Carambola
Mis manos acarician el tapete verde oscuro que cubre la mesa rectangular. Las uñas rojas y afiladas arañan su superficie con suavidad, y siento la textura de la tela rozando la yema de mis dedos. El contoneo de mis caderas acompaña al ritmo que dictan mis pisadas descalzas sobre la sala, y tu mirada gris, profunda e infinita, se clava en mí cual témpano de hielo. Y es que mi sinuosidad te alienta a ocasionar las más terribles travesuras sin importar si aciertas o fallas la jugada. A fin de cuentas, sabes que conmigo tienes la partida ganada.Sujeto el taco y arqueo mi cuerpo hacia adelante, separando las piernas y alzando la cadera para abrir bien la mesa. Las bolas, con precisión ordenadas, esperan de mi acción su respuesta. Pero antes, en esa posición, inclino mi cabeza y te busco mientras mi oscuro cabello roza con suavidad la tela. Te encuentro, sonrío y un guiño se me escapa mientras nuestra fantasía sobrevuela. Un fuerte azote de los que bien sabes que merezco por toda la sala resuena, y tu otra mano entre mis piernas se cuela.
Una provocación tras otra se superponen mientras voy calculando la ruta que deben seguir cada una de mis jugadas. Y la tensión aumenta a cada beso, a cada acierto, a cada roce y a cada pasada. La de tus manos por mi cuello, la de tus dedos por mis labios, las de tu perfume por mis sentidos entrando y dejándome embriagada. Y, sin quererlo, último movimiento y pierdes la partida porque no te importa nada.
Nada que no sea subirme ahora mismo sobre esa mesa en volandas, separando mis piernas y colocándome sobre el tapete, sabiéndote al borde de la desesperación por dejarme desnuda y hundir tu boca en mis pechos como si la vida te fuera en ello. Mis uñas ahora no rozan, sino que se clavan, y mi curvatura se pronuncia dejando mi culo bien apuntalado sobre la brillante madera. Y miro al techo suspirando de placer, teniendo sobre mi cuerpo al hombre que me hace enloquecer, quien despertó a mis alas para volar en la plegaria que me sabe a un renacer.
Su boca deja el hilo fino de su saliva sobre mis pezones mientras baja por mi vientre hasta pararse en mis caderas, las cuales lame con lujuria sabiendo que son su condena. Y mis suspiros se intensifican mientras siento la fuerza de su lengua abriéndose paso por allá donde con alegría me corre la sangre por las venas.
Donde me palpita algo más que el corazón cuando siento su cálido aliento con la plena intención de hacerme perder la razón.
Y se detiene. Se detiene antes de saber que deseo lo que viene. Y me mira. Me mira desafiante con ese infinito ardor apabullante, bajando su boca hasta pararse antes de posicionarla para por mis labios besarme, por mis veredas pasearse, y con sus dedos penetrarme.
Lame con suavidad las curvas que guardan el carnoso secreto de mi laberinto terrenal. Tan afilada como certera, comienza despacio para hacer que mi cuerpo se sienta como una pluma sobre las olas del mar. Al movimiento de mis caderas lo acompañan mis dientes, que me marcan los labios en un mordisco pasional, mientras mi retorcida mente juega a imaginar. Es inusual el morbo que me produce el que me saque unos años de más, y le imagino en escenas en buena compañía mientras yo me dedico a observar. Y la respiración se me hace más pesada conforme entiende que ha de aumentar la intensidad.
Sus dedos inconformistas han encontrado el centro de aquello que me pierde. Y lame, y chupa, y muerde... Y siento cómo pierdo el nexo con mi mente, cómo fluyo mientras mi cuerpo trasciende, cómo siento que acelera sus dedos por mi vientre, y que por ellos parte de mi esencia se derrama de repente...
Se enjuga el rostro de las mieles que me roba, a sabiendas de que es él quien me las gesta. Su barba de mi perfume se impregna, y en sus labios lleva el sabor de aquello de lo que se alimenta. Porque será la experiencia, sus años o su forma de ser, que bien sabe tomarse su tiempo para extraer lo que quiere del cuerpo de una mujer.
Y cuando mi cuerpo no puede más, cuando me doblego a mi forma de temblar y siento que estoy a punto de culminar, no para el ritmo sino que lo mantiene unos segundos más para hacer que quiebre con todos mis sentidos, ahogados en gemidos, sobre esa mesa de billar.
Cómo no le iba a amar, si todas y cada una de mis fantasías las convierte en una realidad....
T'∞!