SILENCIO
Hace una semana que decidimos dejarlo. Y he vuelto a todos los sitios a los que íbamos. Mi yo del espejo, esa yo del revés, insobornable y resabiada, me dice que lo que hago es buscarte. Y esta mañana te he visto. En la terraza de los soportales, esa en la que desayunábamos los domingos, siempre en la misma mesa. Pero tú, hoy, estabas en otra. Solo.
No me has visto. Intentabas llamar a alguien con el móvil. Te veía marcar una y otra vez con cara de decepción. He sentido un escalofrío y me he ido.
Me he venido al espigón. Desde aquí se ve la bocana del puerto con sus luces rojas y verdes. Y el faro, rechoncho y blanquísimo, que a esta hora todavía alarga su sombra hasta el muelle.
Decido llamarte y saco el móvil.
Y entonces lo veo. Nueve llamadas perdidas. Nueve llamadas tuyas.
El día que te fuiste lo puse en silencio. Activo nerviosa todos los sonidos y marco tu número. Suena la señal de llamada. Suena tu “hola” al otro lado. Y suenan los golpes de maza de mi corazón rompiendo la cárcel de mi pecho.
¿Silencio? A tomar por saco el silencio.