Una Llama apagándose...
Día a día te veo, apagándote lentamente a medida que la enfermedad poco a poco te va devorando, te va consumiendo. Tu mirada antaño viva, radiante y fuerte, es a día de hoy, un pozo oscuro donde la chispa que antes brillaba con fuerza, ahora se está consumiendo y apagando. Donde antes había vitalidad, ahora hay cansancio, fatiga, tristeza y un ápice de miedo, de miedo a la enfermedad, a perecer antes de lo que quisieras. Tú que eras fuerte como el titán Atlas, ahora eres frágil, vulnerable, casi que quebradiza. Eras como un pilar, imponente como una secuoya roja, pero ahora eres vulnerable y frágil como un brote. Te miro a los ojos y te veo envejecida diez o doce años, donde antes había fuerza y seguridad, ahora hay angustia, miedo teñido con apices de desesperaciónEste fin de semana ha sido descorazonador para mí y por mucho que trate de imaginar lo que tu sientes viendo como tus piernas ya no te sostienen, como ya eres incapaz incluso de limpiarte tu sola o de cocinar o simplemente ducharte, no puedo ni imaginarlo y más sabiendo que tu madre, mi abuela materna, te puso a trabajar en la cocina con ella antes de los 10 años. Tú que toda tu vida has sido una trabajadora incansable, ahora ese cansancio te ha atrapado y se está cobrando factura.
Te veo apagarte, y me desmorono porque no sé si seré incapaz de sostener lo que tu sostuviste. Aunque yo sea fuerte, o al menos me lo considere, no tengo ni un ápice de la verdadera fuerza que tu tenías y que ahora se te escapa entre los dedos como el agua de un rio cuando tratas de agarrarla con una mano. Siempre he sido más o menos bueno escribiendo, expresando y exponiendo mis sentimientos en un trozo de papel más que verbalizándolos, pero ahora un nudo constriñe mi cuello, una tristeza insoportable me ahoga y una sensación de fracaso por no lograr cuidarte mejor, por no saber cocinarte todos los platos que tú quieres, por no poder evitar tu enfermedad.
Este fin de semana tu nieta de 9 años le preguntó a tu hija si te estabas muriendo y se puso a llorar. Y yo no dejo de llorar escribiendo este texto de forma borrosa con mis ojos ahogados en lágrimas sabiendo que sí, que te estas muriendo y ni tan siquiera tengo la certeza si estarás entre nosotros en mi 50 aniversario. Recuerdo las veces que, con nuestro carácter tan parejo, chocamos y nos discutimos agriamente. Y pienso si todo lo que estoy haciendo ahora por ti compensa todos los momentos en los que te defraudé, si soy un buen hijo o soy una decepción y un fracaso. Un error que debería haber nacido un día más tarde para nacer muerto como os dijo la comadrona que habría pasado de tardar 24 horas más en nacer. Divago sin saber que decir, siento que voy sin rumbo, que camino ausente sin saber por donde me llevan mis pasos. Que llego a mi destino solo por que mis propias piernas se conocen ya el camino. Me siento perdido, abatido, quebrado y triste. También enfadado con la humanidad, con la enfermedad, con mi hermana por no estar tanto como debería. Pero por encima de todo, estoy enfadado conmigo mismo, ¿Qué por qué? No lo sé, estoy enfadado y defraudado. Me siento perdido sin ti. Me hubiera gustado darte también nietos, ser el hijo que esperabas y deseabas que fuera y no el que he resultado ser.
Hoy cuando te he ayudado a levantarte del lavabo y he tenido que abrazarte para sostenerte y poco a poco llevarte a la cama porque tus piernas no te sostenían, mi mundo se ha venido abajo, mi alma se ha hecho mil añicos y mis ojos se han humedecido por verte tan frágil, por oírte tan asustada y yo no poder hacer nada más que sostenerte y tratar de tranquilizarte. Y paulatinamente llevarte a la cama y tumbarte con todo el cuidado y mimo del que soy capaz para que descanses. Y fingir que no estoy roto cuando me miras a los ojos para no asustarte más. Mirarte con toda la ternura que te mereces y dibujar la más dulce sonrisa de la que soy capaz para tranquilizarte. Bastante asustada estas ya tú como para ver miedo en los que te rodeamos. Ya lloraré estando a solas, ya me ahogaré en mi dolor cuando tú no me veas, pero delante de ti fingiré todo la fortaleza y entereza posible para que tengas una mano segura a la que asirte cuando tengas miedo. Es lo único que ahora mismo me veo capaz de hacer, y saben todos los dioses habidos y por haber que me gustaría poder hacer más, pero estoy tan perdido que no sé que más puedo hacer o que más necesitas a parte de estar a tu lado en todo momento, aunque eso signifiquen noches en vela. Tu te pasaste toda una vida cuidándonos a mi hermana, a mi padre y a mí y por mucho que quiera no voy a llegar a tu altura jamás. Porque eres lo mejor que me ha dado la vida, aunque no sé si yo fui algo tan bueno como tú te merecías.
Te quiero mamá, debería habértelo dicho muchas más veces, no es excusa que no sea bueno expresando mis sentimientos, no, no es excusa. Y menos ahora que día a día te apagas delante de mío. Fuiste cálida y radiante como un fuego, ahora esas brasas se están apagando lentamente y por más que las alimente para que vuelvan a prender con fuerza, estas cansada y agotada, y miedo me da creer que en tu interior ya te has rendido a la enfermedad… y yo no puedo hacer nada para revertirlo, déjame ser egoísta y no dejarte ir aún. Por favor.