Buenos días...
No sé que es lo que me das que me alborota.No sé qué le haces a mi mente que la avivas de manera sutil pero intensa.
No sé qué narices me provocas, pero sólo con pensar en tus labios rozando mi nuca mis chacras se alinean y el calor se expande, de dentro hacia afuera, y acaba concentrado en la yema de mis dedos que, delicadamente, rozan mi piel en gustosas caricias para devolver esa energía en forma de placer.
Me regalas este momento de serena lujuria que sé que acabará desbocada y derramada, pero ahora, mientras mis dedos circulan en espiral en mi vientre, disfruto de la calma antes de la tempestad.
Vertiginosa calma que ansía guerra, calma que late cada vez más y más fuerte, calma convertida en movimiento, en calor intenso, en recorrido vivo. Siento el latido de mi corazón en mis yemas, fuerte y profundo, acompasando mi ajetreada respiración que cada vez exige menos calma y más premura.
Prisa que contengo, en aras del goce que el freno me reporta.
No sé cuánto podré frenar las ganas de ti, de que sean las yemas de tus dedos las que ronden mis curvas buscando sostener mi placer en una dulce tortura.
Hasta entonces tendré que conformarme con soñarte en las mías.