Desvelo de madrugada
No hay nada de vulgar en ver el placer de un hombre que tiene sus pasiones a fuego vivo, correteando por la piel como chispas que sacuden todos y cada uno de los sentidos, dando de lleno en el epicentro del placer. Llegados a este punto, tú y yo tenemos la confianza para dejarnos seducir de la forma que consideremos oportuna. Quisiera decirte que tienes una piel para recorrer a mordiscos, de esos que al darlos me fruncen el ceño. Me los imagino dándotelos mientras a horcajadas estoy encima tuya, recibiendo el vaivén de tus caderas y el envite de tu hombría, esa que deseo que haga acto de presencia para que me enseñes las ganas que me tienes de una maldita vez.
Imagino mis jadeos invadiendo tus oídos como música celestial, mi melena oscura enredada, mis uñas en tu espalda bien apuntaladas y mi coño emanando el fruto de la excitación que me levantas de imaginarte con semejante erección entre mis muslos bien clavada. Y permíteme decirte que ese gesto tuyo, sacudiendo tu mano rebosante de vigor, ha hecho que por mi vientre reviente la imaginación.
Amigo mío, vulgar me resulta el hecho de tenerte lejos en mi desvelo de madrugada y no poder escaparme a estas horas intempestivas a tu encuentro. Porque sé que, a pesar de todo, te encontraría. Y, si no, para darme caza, ya te las apañarías.