Un Jueves cualquiera.
La noche lenta y el comunicar de los neones pautando el bienestar
del diazepan a soñadores que han
pedido la excedencia.
Haga las maletas.
Se ausentó la aurora sin llegar a
despedirse, por exceder el cupo de
una vigilia en lista de espera de un
contestador afónico de tanto repetir
que no voy a rendirme.
No me llega el desvarío para conciliar
la ausencia, la desfachatez de mi
incoherencia vuelve a interponer
demanda, en esta ocasión sin liquidez,
los tragos hoy no se me atragantan.
Podría ser que no me arrebato como
antes por gozar de buena salud las
pretensiones venideras.
En este mes trasnochador y
concupiscente han prendido
los esquejes del mirar de
girasoles seduciendo a las
goteras de este secano al
abrigo de las nubes.
Aliviado sea, por no salir ahí fuera
a rogar o malvender la matriz de
esta vanidad que me encabrona
y me vulnera.
Pude alcanzar acuerdos, después de
restañar el cáliz de los remordimientos
supe del candor que me reprende.
Y allí llegué, destilando la improvisación
que ejecutan los reveses, marché beodo
apadrinando el tañir de un badajo
sin decoro, como un engrudo de
insatisfacción que pide un poco
de agua y sal para envolverse.
Como la abstemia de un celibato
incompetente en las vísperas
de la bastilla de un lupanar de
orgasmos que nadie atiende.
Por hoy disiento, escribir sin solemnidad,
por no agradar a este crepúsculo
huérfano de luna, hacer el ridículo
una vez más y tomar profundidad
lejos del rebufo que se asocia
con los tajos que deja la rutina
itinerante de no poder verte.
Y en el dossier del latir que me
acontece; Sagitario ausente por ahora,
las cartas de una alborada resignada
en grado de tentativa que me mienta
y a la vez se desvanece en el trinar
cósmico de un mirlo. Labios carnosos
que procesionan por bulerías lunes
de mierda mientras se empolva
de harina el escote un rubor de
repostera. Susurro cándido miliciana
de su herida sin pedir contrapartidas.
Rijosas, faraonas, dinamiteras,
funcionarias y docentes.
La deserción que no cuajó de una
dulcinea republicana y rebelde.
Margaritas que te preñan la sonrisa
divulgando cuestionarios de respiración
consciente. Soberanas anarquistas
de oficina, exquisitez con matices de
canela y de antes de ayer la buena
nueva que algodona sin demora la
tónica que nos descubre y nos enciende.
Se disiparon de mala manera la
melancolía de los verdes y en Atocha
ya no recelan de mis pasos los flequillos.
Con el aval insurrecto de un puñado
de desobedientes voy amortizando
los meses pero no concibo salir
del laberinto de tus pupilas en guerra,
de las fauces de tu risa chiné y
postinera, de la aprensión despues
de coitar a manos llenas al soltar
tu mano en el parking de la
clandestinidad de un jueves
cualquiera.
Simón de Azzaria