Más allá de la lírica
Cómo te gusta usar la conjugación del verbo para poner en palabras soeces algo que me sabe a divina gloria. Y es que lo usas tan bien, que un plato de tan buen gusto servido de los versos de tu boca ha de saber a manjar de dioses. Dichosa quien te prueba y bien sabe a lo que juega, pues poco sabe igual que aquello que se nos está prohibido tocar. Te diría tantas cosas…
Delicioso bocado es el que debe propinar una sonrisa tan jodidamente pícara como la que tu te gastas. Y es que no sólo te sirve para con tanta finura hilar esos versos que destilan el aroma del perfume que ansío probar. Han de morder, fuerte, para a la presa atrapar, para que sea consciente de con quién se junta y de por qué a ciertos fuegos es mejor no provocar.
Leer lo que escribes es una llamada de atención que me enerva y me tiene en vigilancia constante, que me obliga a imaginar escenarios donde me sabes como el protagonista de la historia que quiero sentir cual río de tinta sobre la piel. En una primera toma de contacto donde no haya cabida a la incertidumbre, sino al hecho de que, más allá de la lírica, te quiero recorrer.
Ese hecho que es tan palpable en la humedad de mi ropa interior como en la tensión de la tuya. En tus yemas presionando sobre los recovecos de mi fantasía, escalonada y retorcida, llevándome a los vértices de la locura. En tu cuerpo entero tomando el control de una situación perdida, dejando que mis olas entren por las grietas de tus rocas para alojarse en ellas y brotarte miles de violetas. Y es que si follas tan bien como escribes, estoy absolutamente perdida...
Y ahora dime, amigo mío: ¿quién no querría derretirse en el ardor que me produce la excitación de imaginar un encuentro a solas contigo?