Las horas prestadas
Tengo tantas cosas que decirte, pero me quedo sin palabras ante la imposición que tu persona ejerce sobre mí. Desnuda frente a ti, tus manos previamente se han dedicado a quitarme una a una las prendas que me cubrían, y mi piel se excita a partes iguales por el frío y la sensación de tu aliento sobre ella. Ha pasado un tiempo, demasiado quizá, pero nada mengua nuestras ganas, siempre tan predecibles, sin importarles ni el tiempo ni la distancia cuando de amarnos se trata.Me dices palabras al oído que funden mis panales, haciendo que la miel fluya por tus dedos deliciosamente colocados a tiempo. No das puntada sin dedal, y te gusta preparar el terreno de juego antes de salir a entrenar. Temblorosa ante tu presencia, mi agotador día a día se transforma en horas de alegría cuando estoy a solas contigo. Y es que tienes la bendita capacidad de convertir la monotonía en versos, en buen sexo y en los apasionados besos que devoro sin que nada más a nuestro alrededor importe.
Porque, en las horas prestadas, cuando estoy contigo soy tuya. Tan maravillosamente tuya que no podría decirte un "te quiero" sin que la comisura de mis labios se alzase en armas, conocedores de la guerra que le das a mis pensamientos. Esos que, impuros, se transforman en tu cuerpo alojándose en mi interior, con fuerza y desesperación, a sabiendas de que la noche se acabará por las manías que tiene el maldito reloj. Sin darme descanso, me subes sobre tu boca para hacer que mis uñas se claven contra el cabecero de la cama, recordando a nuestros vecinos que mi estancia será corta pero intensa. Y, uno a uno, me arrancas los gemidos que se vierten en tu barba, reluciente, del gusto que le sacas a mi vientre.
Me sujetas el rostro y, contemplativo, cierras los ojos negando con la cabeza, en ese gesto tan tuyo que me consume hasta los cimientos de mi debilidad. Nunca imaginé volver a sentir un amor tan puro y tan real como el que me has conseguido despertar. Y, a la vez, un deseo tan indómito por que me veas disfrutando del abanico de sensaciones que nos pueden dar los demás. Provocando a tu pensamiento, te recuerdo algunas de las caricias que hemos vivido juntos, las que he sentido por mi cuenta, y las que me otorga mi marido cuando le cuento lo que hago cuando estoy contigo.
Y eso te hace perder el sentido.
Boca arriba, sobre las sábanas y con las piernas aún temblando, tienes la osadía de no articular palabra entre las tormentas que se te están desbocando. Mi cabello, delicadamente arreglado, luce ahora salvajemente alborotado, y mis rizos, terriblemente enredados, son el reflejo de lo que siento cuando estoy a tu lado. Observándome en el silencio, tus ojos claros se clavan en los vértices de mis curvas, preparando una nueva estrategia para atacar. Y tu impasible calma se traduce en un no darme descanso, pues bien sabes que el deseo que me corre por las venas me late con fuerza de saber que también soy feliz contigo.
Tan escaso es el tiempo que puedo darte, que cómo no gozaría las horas cuando se trata de amarte...
T'∞!