El bolero más grande
Un golpe bien dado a las lonas tensadas sobre el monocoque debía soltar un do o un "C" (según los manuales de la Royal Air Force) pero agujereadas por un barón prusiano habrían de soltar un chiflido endiablado mientras los avichuchos se precipitaban a tierra hechos un borrón de velocidad, una pintura futurista, y estampados contra el suelo seguirían siendo más hermosos que la Victoria de Samotracia.El Laoconte, el Hermafrodita durmiente, la Piedad; todo es un escombro si lo mandas por fax y es a fuerza transformado en chirridos y pitidos inmundos para resultar una imagen muy fea, al punto que se alegra uno no exista ya el gran arte, ni lo sublime, ni cuanto erigieron o lanzaron prometiendo no volvería a posarse o caer al suelo.
Desprecian el suelo
Mucho se empeñaron en golpear el suelo; con el taconeo en los tablaos, con el zapateo recio en las ruedas de joropo; para levantar espectros arremolinados de polvo y tierra. Lo muerto avanzaba por otro lado, donde no hay tierra ni pie.
Chirridos y pitidos al levantar el auricular. Sentenciaron con espanto aquello sería el final deparado para todo.
No se sabe si es la senectud, pero con los años se hacen muy descreídos. De tanto vivir advierten ya el periodo, el motivo, el bajo obstinado, el ritmo. Sensibles a los armónicos que desprenden las ruedas dentadas, los estentores de muerte, los orgasmos, las canciones de cuna, los estornudos, los junques. Y habrá que decirle al gondolero no es un aria perdida de Verdi esa que lo atormenta, la que parece cantarle el agua; ésa que por momentos le pesa sobre la lengua y a la vez no se le revela, se le escapa.
Todo está en saber apreciarla y no descartarla como Pastiche. Ella, el bolero más grande. El bolero que se fue tarareando la Voyager. La canción irreductible.
Algo de molienda y de trapiche tiene; del marchitar de las pencas, del trenzado del yute, del tejido de los costales. Algo de promesa vana y atasco de tráfico.
Un día la empiezan a oír: familiar y extraña.
Desconcertados le han intentado silbar algún compás al tipo de la tienda de discos. Un bolero cualquiera al fin y al cabo, que llena la cabeza de pesadumbre y el estómago de alegría melancólica.
Para quienes creen en ella permanecerá absurda, inabarcable, omnipresente; último resquicio de resistencia a la fatídica desmaterialización.
1001
En el barrio le dicen la cubana pero Desirée tiene las sospecha de no serlo. Dejó la isla con la compañía de ballet. Allá donde no canta el cenzontle se fue; se pudrió del frío en buhardillas y del aburrimiento en palacios. Después de la tercera empezó a declinar las invitaciones a revoluciones y derrocamientos. No fue remilgosa para el trabajo y perdió la cuenta de los oficios ejercidos. En su memoria se funden las carreteras, los barcos, los trenes, los amantes, las mesas llenas de caras, las estaciones. Una tarde recordó un arroyo manso al cual deseó regresar para lavar sus cayos.
Pero se quedó varada en un condominio desabrido: "peaceful creek" (No está consciente de la ironía).
Avengers Endgame es el suceso más importante desde la venida de Cristo a la tierra. Ella, a diferencia de su sobrino, vivirá si se pierde semejante pesadilla. Ya lo vió todo. Se tumba sobre su mecedora, con el índice da golpecitos a la cajetilla que sostiene contra su pecho, tocando una clave perezosa y en la obligada bocaquiusa de quien agarra entre los labios el cigarrillo empieza: