Acurrucarme en tu dulzura
De repente me veo acariciándote suavemente, hasta donde tus cosquillas me permiten, y me siento tan agusto que podria quedarme a morar en tu piel, pero la tentación de tu dulzura y tu perfecta y perenne erección me devuelven a la realidad y hacen que mis pezones delanten mis ansias de devorarte entero. Me observas, y no acabo de saber interpretar tu mirada, pero me miras profundo, me miras bonito, y eso siempre provoca en mi una sonrisa.
Mís sentimientos encontrados contigo me trastornan después, cuando me marcho, mientras estoy contigo, nada más que tu erótica ternura me perturba.
Y te deseo.
Te deseo de una forma intrínseca y visceral, provocada por todo lo que eres, incitada por lo que veo en ti, tu bondad, tu belleza, tu lisura....
Crees aprender de mi algunas cosas, pero no eres consciente de todo lo que tú a mí me enseñas.
Eres pacífica pasión,
desenfrenado equilibrio,
inusual estado que me hace palpitar varias partes de mi cuerpo a la vez, enloqueciéndome indomable, pidiendo más, más lascivia y más corazón.
Excepcional circunstáncia de momento y lugar, reconfortante excitación que provocamos el uno en el otro en ese lapso espacial de tempos diferidos pero acompasados.
Y vuelvo a desearte otra vez.
Y me siento muy cerquita de ti y a la vez me siento muy lejos.
La distancia es un concepto para nosotros no de espacio sino de tiempo.
Y a mi deseo por ti no le importa ni el espacio ni el tiempo, siempre encuentra la manera de acurrucarse en tu esencia.