Y tú, ¿Amas los libros?
¿Realmente amas los libros? Todos aquellos que leemos, que nos autodenominamos lectores deberíamos preguntarnos eso al menos una vez en la vida. Nos acompañan en todo momento, incluso en nuestras vacaciones, nos abrazan y envuelven con sus textos. Con ellos viajas a pasados remotos o lejanos futuros. Aprendes del origen de la vida o viajas a una galaxia muy muy lejana. Tan pronto te hacen volar el corazón como te desgarran el alma. Te enseñan, te consuelan. Te traen de vueltas recuerdos, a veces queridos, a veces dolorosos.Nunca tendrán el mismo gusto que la primera vez los versos de Lorca o Neruda cuando los vuelvas a leer. Los matices que una vez no supiste entender los entenderas en la segunda, tercera o cuarta lectura. Aprenderas de grandes pensadores como Sartre o te tomaran el pelo charlatanes como Santandreu.
No sabes cuanto amas un libro hasta que adoras el olor a tienta recien impresa se convierte en un delicado perfume para tu olfato, cuando las yemas de tus dedos acarician con suavidad el papel impreso y conversan con las letras.impresas. Cuando el crepitar de las páginas al pasarlas lentamente calienta tu corazón y tu alma como el fuego de una hoguera en el gelido invierno.
Amas un libro cuando al acabar la última página y cerrarlo por última vez sientes cierta tristeza por acabar el viaje.junto a ese amigo que poco a poco, página a página te ha acompañado, te ha cambiado, ha sido tu maestro, tu confesor, tu amante, tu consuelo.
Fiel como un perro, cual Dr Watson o Sancho Panza estará a tu lado, será tu Pepito Grillo. Guardará en secreto tus lágrimas y tus pesares , te dará nuevas noticias de Gurb regadas en inesperadas carcajadas.
Cuando tengas un libro en tus manos, no solo es un objeto. Eres el guardian, el custodio, el protector del sueño de quien lo escribió, del esfuerzo y cariño de los correctores, maquetadores, impresores, editores, libreros y tanta y tanta gente.
Cuando tienes un libro en tus manos, y más si es un libro antiguo, con siglos a sus espaldas, no solo tienes todo eso, sino que guardas el legado de sus anteriores propietarios. Si puedieras escuchar todas las vivencias de ese libro, por todo lo que ha pasado y vivido, con otros ojos lo mirarias. Con otro cuidado lo cogerias y sostendrias.
Si supierais cuanto me dicen los libros impresos a partir de mediados del siglo XV, o los manuscritos anteriores o los pergaminos que al desenrollarlos te descubren su más bello tesoro.
Mi trabajo no es el mejor del mundo, pero si que quizás es el que más placentero para mi. Y al menos no me dejan tirado, ni desaparecen sin dejar rastro...