Lenguas extranjeras

Sigo con la mirada el gesto que tus labios hacen cuando tu sonrisa sigue su camino al templo de mi cuerpo. Y es que su sabor, intenso como el azahar, derrite los entresijos de mi mente, haciéndola cautiva de tu forma de amar. Quién no sabría despojarse de sus miedos ante un hombre como tú, que me incita a sacar lo mejor de mí para saberlo disfrutar. Y es que cuando tus ojos se clavan en mí, el frío color del hielo me penetra como un puñal, haciendo herida directa en el torrente que alimenta a los pétalos que por mi vientre sabes despertar. 

Engrosas mi fantasía endulzando mis días con los gestos que sabes que me hacen feliz. Sintiéndome como una cría protegida de que nada le haga ningún mal. Al mismo tiempo que, imperativo, con tu voz me haces sucumbir a los más oscuros pensamientos que recorren los entresijos de tu deseo feroz. Ese en el que ya la imagen cambia a la de una mujer a la que te encanta someter. A la que devoras hasta hacerla quebrar entre gemidos de placer. A la que consigues que le sea imposible sostenerse en pie sobre su cordura. A la que cautivas en tu lecho para que te provoque hundirle tu galantería sin atisbo de ternura.

Cuando dices que el amor te late fuerte por las venas, me cortas las bridas para que vuelva salvaje mi fuego a galopar. Mi palpitar guía el río de alegría que recorre el interior de mis muslos, naciendo en el epicentro de mis tormentas y desembocando en tus aristas turbulentas. Aquellas que me persuaden sin mediar palabra con el conocimiento que posees en lenguas extranjeras. Esas que me conducen por el éxtasis de tus viajes, de la Seca a la Meca, recorriendo los caminos que han unido a nuestras vidas pasajeras. Y la imagen de mis caderas, con tus palabras entrando por donde consigues robarme los gemidos a capela, hace que vuelva a la locura de tenerte al otro lado de mi mundo y de existir por volver a sentirte cerca.

Qué poco falta para que siembres de perlas las flores que nacen por mis veredas. 

T'∞!