ANA
ANAAna era hija única, podría haberlo tenido todo, especialmente afecto y cariño pero no fue el caso.
Cuando ella fue concebida la relación de su padre y su madre no estaba en el mejor momento, digamos que ya no había momento. No había amor ni comunicación. No se sabía muy bien en qué principios se había forjado la relación, pero su concepción fue más un accidente, como así lo llamaban, un accidente para contrastarlo con la acción de tener un acto deseado. Así pues sin todavía nacer, su vida ya estaba marcada por ser un accidente, algo no deseado y que además vino a provocar la ruptura final de la pareja.
Cuando nació su padre y su madre ya no estaban juntos. Su madre procesaba el fin de la relación y culpaba a la niña por este suceso. Se veía superada por su soledad y la inseguridad que proporciona al crianza de un hijo. Esto no era como en las películas, no era bonito, era agotador, extenuante, y esa responsabilidad de ser ella la única en poder atender las necesidades de su bebé la sobrepasaba. Todo esto la llevo a una depresión post parto y a un rechazo su bebé.
Ella no era capaz de cuidarla, así se sentía no podía evitarlo, la gran responsabilidad, el verse que podía fallar en cualquier momento y ser responsable de las consecuencias la hacían alejarse. Cuantas veces evitamos las tareas o grandes retos por miedo al fracaso o por miedo al error. Además, Ana era un símbolo de ruptura para ella, no lo veía como algo que la traería amor, así pues, era otra causa más para su rechazo. Así que dejo de cogerla y abrazarla y decirla cosas, de darla cariño. Se limitó a alimentarla. Ana pasaba mucho tiempo en la cuna, sola, sin contacto humano, sin afecto. La situación de su padre no era mejor, porque la consideraba como una obligación y así era como Ana era atendida, como una obligación.
Los años pasaron y Ana se desarrolló con notables carencias madurativas que cuando entro al colegio tomaron relevancia por el contraste con el resto de los niños. En todos los aspectos madurativos tenía desfases tanto de aprendizaje, como de relación con su entorno. Las consecuencias de criarse en un entorno desafectivo y sin interacción habían generado un gran dique para Ana que la separaba del resto de sus iguales.
Ana fue creciendo, las ayudas en el colegio fueron cubriendo la distancia de estas diferencias, pero había puentes muy difíciles de cruzar como la capacidad relacional de Ana con sus iguales. Ana no tenia estrategias de comunicación, no tenía recursos de relación. Ana era la niña callada que se sentaba en una esquina del grupo de trabajo, y los demás niños en su inocencia a veces intentaban interactuar y a veces no, porque en su inocencia de niños ellos seguían la corriente de lo que fluía y Ana no fluía, Ana se había quedado estancada en el espacio y en el tiempo de una cuna sin amor.
El crecimiento de Ana no se lo puso más fácil, al contrario, todo era más difícil, porque cuando los niños crecen van cogiendo perjuicios de su entorno, y lo diferente ya no es bonito. Y la necesidad de pertenecer al grupo se hace mas grande y la necesidad de no sobresalir y estar fuera de la norma es esencial en este proceso que llamamos adolescencia. Este fue el periodo más difícil para Ana, su adolescencia. Aquí las diferencias entre iguales no se aceptan, y su entorno fue especialmente cruel con ella, marcada con risas, e indiferencia. El mundo de los adultos tampoco la ayudó, porque muchos de estos niños indiferentes vienen de padres indiferentes, con perjuicios y falta de apertura a la diversidad y a la diferencia.
Y muchos profesores tampoco la ayudaban porque en este mundo de la docencia hay gente altamente cualificada pero no en el don de la emocionalidad y la inteligencia emocional. Así pues, Ana surcaba los mares de la vida en sociedad, a veces con manos amigas, pero otras profundamente sola e incomprendida, y además marcada y señalada por ser diferente, siendo objeto de burla para muchos de sus iguales y aumentando el dolor que ya llevaba en su mochila con un peso que ella creía en muchos momentos que no iba a poder aguantar.
Esta historia podría ser la mía, pero no lo es, aunque si me crié en un entorno desafectivo. No obstante, está basada en un hecho real, y no sé cómo continua su historia porque dejé de verla y de ser participe de su vida, lamentablemente como maestra me hubiera gustado estar mas ahí para poder ayudarla más, pero lo que un docente puede hacer tiene sus límites.
Si que creo que lo que podemos hacer como sociedad para generar un mundo más empático si está en nuestras manos. Creo que hay que diferenciar entre individualidad e individualismo.
Individualidad son las características que nos hacen diferente al resto y eso hay que mantenerlo, porque la diferencia aporta al grupo. Cada manera de ver la vida hace que tengamos mas amplitud y estrategias de resolución como grupo. La diferencia enriquece a la colectividad.
Individualismo es actuar sin contar con el otro, sin reparar que formamos parte de un tejido social, y que nuestras acciones afectan a los demás.
El porqué escribo esto en un foro como Joy, es mi reivindicación de que jugamos a un mundo de libertad, de tener sexo y sentirnos plenos, pero creo que el mundo liberal debe tener la conciencia de que estamos interactuando con personas y no cosas. Que el sexo puede ser sexo, las experiencias novedosas y vibrantes, pero siempre siendo conscientes que estamos en un marco de relaciones con iguales, y que en este mundo liberal tienen cabida absolutamente y creo que esencial la gestión emocional y la responsabilidad afectiva.
He contado la historia de Ana para ponernos en los inicios de una persona, sus circunstancias de vida, su entorno. Y también con la intención de que todos nos planteemos que Ana puede estar aquí, con sus dificultades relacionales, intentando bandearse en este mundo, como en cualquier otro de la vida. Aquí en la libertad sexual también somos personas, cada uno con nuestras circunstancias de vida y es por ello por lo que aquí también tenemos que ponerlos las gafas de amplitud e intentar ver al otro en sus circunstancias. Todo con comunicación, respeto, consenso, viendo al otro, siempre es mejor.
