Los Saberes
Valiéndose de mucho dramatismo pretende mantener a los congregados cautivos. Por la exaltación olvida tragar saliva que se acumula en las comisuras de la boca. Tiene su sermón una cadencia. Se anuncian los medidos silencios rematando las más aterradoras sentencias.
Y en uno de ésos, bajando la cabeza de forma siniestra, se me queda mirando.
Espera valerse de mi imagen como contra punto de sus espacios y promesas celestiales.
Yo lo terrenal
Yo lo aparente
Yo lo vivo
Yo Eva, manzana y serpiente
De seguro estoy en las confesiones de los virtuosos hombres.
La joven, la bella, la rozagante hija del molinero
¿Qué sabe de nada un cura a parte de latín?
¿Y de qué vale el latín si no para hacerte enjuto y visco?
Tengo que sonreír.
mis ojos no se hacen menos azules, ni mis mejillas menos rojas
traigo pajas del establo entre los cabellos.
Traigo gusto a hierro y orines rancios en la boca.
Ésta con la cuál he de recibir
el cuerpo y la sangre
del dios verdadero.
verdad que es asunto de los hombres
Mi maestro es el bosque, las viejas y el comadreo de las lavanderas.
Durante el servicio la comadreja se cuela al gallinero. Las golondrinas anidan en las cumbreras. Los lobos emboscan a un ternero.
Ahí en la nave central,
con musgo y tierra en las rodillas,
jazmines y lavanda en el corpiño
y todos los síes tras los dientes.
soy yo más testimonio de vida que los santos de madera y los grifos de piedra
mis risos aún cuando bien guardados bajo la cofia
mis formas, aún cuando cubiertas y abotonadas hasta el mentón;
comportan una afrenta para su dios.
Dentro de esta iglesia soy yo una catedral.
Y es que puede el cura pensar en Cristo cuando dice "et filii"
Pero ha de señalarse el vientre.
Y el vientre soy yo.
Los hombres hablan de tropas napoleónicas marchando más allá del Mosela. Temen por la honra de sus mujeres.
Esperan apuremos el horror a nuestros rostros.
Esperan ignoremos su entusiasmo por marchar, matar, morir.
Nuestro amor se juega en esa actuación.
El miedo de las desvalidas
el valor de los valientes.
Por eso la virgen está en la luna.
La Historia, otro asunto de los hombres.
El cura pretende sonsacarme la astucia y los ardides con cuentos.
Las lavanderas me lavan, me peinan; Yo traigo las historias de los machos ahí cuando piden compasión.
Aquí somos despiadadas y no madres. Juntas reímos.
Con piedras negras me sacan las viejas las simientes que no han de perdurar dentro mío.
Me lanzan desnuda a la ortiga,
me sumergen en los posos helados.
Las más jóvenes me traen maravillosas setas para comer en las noches de verano. Tumbadas en los claros de nuestro bosque.
Probamos caricias en los cuerpos de las otras.
Nosotras, el bosque, las viejas; escuela, universidad.
Sueño mirando la muela de piedra aplastar el grano.
Olvidó al extraño o al pariente apurado, necesitado, que me va a ignorar para tenerme.
¿Que importa lo que yo quiera o no?,
Solo espero sea breve y me permita seguir mirando la muela girar.
No se lo digo al bosque, pero sueño con el sur. Poner otras flores en mi corpiño.
Los generales y emperadores no reparan en lo majestuoso de sus penachos, en lo bello de sus uniformes.
Podríamos guisarles animales rabiosos,
podríamos darle belladonna a los niños.
Van a cañonearse dando por sentado lo bello y por segura la compasión y piedad.