APOCALIPSIS
Cuando empezó pocos se dieron cuenta de lo que sucedía y los que se atrevieron a interpretar las señales eran desacreditados sibilinamente, empujados como única posibilidad para compartir su preocupación a participar en programas de televisión caricaturescos donde cualquier teoría alternativa a las versiones oficiales se exageraba hasta el delirio.La población mundial había aumentado de manera superlativa, esquilmando voraz unos recursos naturales nunca antes tan evidentemente finitos. Mientras en el denominado "tercer mundo" los pueblos se desangraban en cruentas guerras intestinas consentidas, si no fomentadas, por las potencias mundiales o las compañías que las patrocinaban, los países desarrollados se hallaban sumidos en una honda y persistente crisis a diferentes niveles convirtiéndose los disturbios en tónica habitual, siendo, como es sabido, la desesperación el mayor acicate para la disidencia.
En política, los grandes partidos, mamporreros de una oligarquía especuladora y corrupta en el más profundo sentido de la palabra, poderosa para abrir o cerrar el grifo de los elementos básicos para la subsistencia al antojo de su interés, aferrándose desesperadamente a sus poltronas actuaban como muro de contención frente a los contestatarios desentendiéndose de la preocupante proliferación, familiar para los historiadores, de gropúsculos radicalizados que ganaban notoriedad con la miseria económica y moral creciente como abono para su demagogia xenófoba, populista y ultra.
Excusándose en la inestabilidad imperante, los gobiernos promulgaron medidas cada vez más represivas. Se coartó la libertad particular, de expresión, de reunión... se investigaba a cualquier individuo de forma indiscriminada alienando su intimidad sin recato…Estas disposiciones, junto a una censura sutil solo al principio, instaurada de manera gradual, fueron inicialmente aplaudidas por numerosos incautos considerándolas una renuncia necesaria para conservar su, a la postre, falsa ilusión de seguridad. No tardarían en arrepentirse.
Un devastador brote vírico a las puertas de Occidente, en apariencia descontrolado, el insostenible éxodo consecuente y un sustancial incremento de ataques terroristas en el corazón de las principales ciudades se aliaron en perversa conjunción de acontecimientos, pretexto ideal para que tras una cumbre de urgencia de los más altos estamentos de autoridad, se decretase a nivel global el estado de excepción.
• ¡Maldita sea! Pero, ¿qué haces? Agáchate, vas a conseguir que nos maten.
Antes incluso de escucharse el disparo mi compañero pone los ojos en blanco y su sangre me salpica el rostro. "Se acabó, estás jodido", pienso mientras trato de hurtar el cuerpo a los focos agazapándome entre los escombros de lo que fue mi ciudad.
Nos había faltado poco para lograrlo. Solo teníamos que conseguir algo de combustible, arrancar uno de los escasos vehículos abandonados que aún funcionaban y conducir hacia campo abierto...
Cuando empezó, pocos se dieron cuenta de lo que sucedía. Recuerdo, mientras las voces rodean cada vez más cercanas mi escondrijo, cómo yo mismo bromeaba sobre la noticia: "Informe de la NSA revela un protocolo de actuación elaborado por el Pentágono para enfrentar un apocalipsis zombi" . No tardé en arrepentirme...