El éxtasis de Santa Teresa. Resumido.
Mi piel nota el calor del sol. No es excesivo. Me esfuerzo en sentir la arena, la curvatura de mi espalda hasta llegar al coxis apoyado en la toalla sobre las minúsculas piedrecillas. Mis brazos estirados y mi sudor evaporándose e invisible.Oigo todas las voces mientras noto la brisa que juega, ladina y pícara, por entre mis piernas. Los talones de mis pies se separan, dejándole sitio, y siento las mil partículas de arena acariciando mis pantorrillas.
No hay nada que hacer. Dios ha venido a verme y mete sus dedos dentro, muy dentro, abriéndose paso por entre los pliegues de mi sexo. Su aliento marchita todas mis penas y se posa en mi garganta. Suspiro y me preparo abriéndome más. Ya no me siento en mí, si no en mi deidad efímera y certera.
Mientras la presión de sus dedos dentro de mi coño dispara las ganas de mear, cierro sus paredes a modo de contención. No era esto lo previsto. Y no resisto más: me derramo como té caliente sobre la arena y mis sollozos alertan al de al lado que me mira raro y se va a la orilla del mar.
Debería haber nacido en el siglo XVI y ser santa