"No eres constelación"
Estaba haciendo fresco en ese claro de monte espeso.Un cielo azul en el que no prosperaban las estelas de los aviones.
Un sol de agua.
Nadar da hambre y los niños no comen pescado ni beben jugo de níspero.
Las madres yacen a la sombra sobre las piedras, bajo sombreros grandes, tras anteojos oscuros, estilizados hongos ocres, llamando a las hijas para embarrarles bloqueador.
Piedad, Consuelo, Amparo.
Cariátides, estructuras portantes, hogares sin remedio.
Las hijas estampan corazones en la piedra con su agua. Dejando huellas breves, como las burbujas de un hervor profundo tras el zambullirse.
Al morder los mangos muy maduros rueda jugo muy dulce de las bocas, que aterriza en pantorrillas y muslos medio bronceados.
Gotas caen en las rodajas de lima estampadas en la tela del biquini, se mezclan con restos de arena y sal en la entrepierna o siguen rodando.
El queso también resuma agua y moja el pan que a su vez es regado por gotas de sudor o agua las cuales, nacidas bajo el pelo, caen de la punta de la nariz.
Plástas de mechones rubios pegados a las caras con agua de mar.
El hijo cierra un ojo y el otro en un juego de paralaje, se roba paneos y primeros planos.
Mira la escena con un ojo intruso y no oye dientes ni enramada, oye ataques de vientos y cuerdas.
El machete "pacora" clavado en la palma hace un mal reloj de sol a esa hora sin tábanos.
La playa es una gran laja granate.
-"No eres constelación"
Bajo el agua, sobre el agua. la refracción partida en el visor de la careta, los dos medios con sus leyes y su frontera. Estar ahí sin excusa, sin hábitos, sin historia. Y escondido.
Lo que deja caer se va al fondo y lo picotean peces de colores. Sin quererlo da. Él que solo toma.
El isleño come de pie. lanza las semillas al monte. Él, de ópalo y obsidiana, mejor anclado al piso del continente o del suelo oceánico. Su abdomen, sus manos, hablan con las espaldas, aceleran la lancha para coronar olas sin cresta, colinas, para después volar y aterrizar en la falda de una nueva ola que se traga el horizonte.
Los haces de luz rotos en arcoiris dentro de la bruma de agua atomizada acompañan la lancha en su viaje de regreso.
En la noche la brisa infla las cortinas convertidas en espectros ingrávidos irradiando luz palida, animados por la bulla de la ensenada. Retrocede el bochorno pero no el bamboleo presente aún en su cabeza. Nadie recordó despertarlo para recibir el año nuevo.
En el baño, sobre las baldosas de pizarra se han tumbado la sal con agua dulce.
Sobre el postigo se secan los biquinis,
las limas,
conservando cierta radiación de lo que cubrieron.
Cuatro triángulos de tela húmeda.
¿dónde está el misterio ahora que se aplastan contra su piel?
¿Es él fresco como las limas cuando se retuerse sobre la pizarra?
¿Lo ven las manos y salivan las bocas pensando en su acidez?
Aunque sea él poco pero con fé en el misterio, con fé en los triángulos.
y juega con los postigos abiertos a la prima, a las madres, al sol, a las miradas, al cielo.
Explota la bulla en pólvora a las doce y le responde la brisa que infla aún más las cortinas.
Debe regresar de su viaje a la tarde pasada y a las otras pieles. Lavar las limas. Perdonarse.
La nube sobre el horizonte es díez veces más alta que los islotes.
En un borde se enegrece y desgaja en aguacero.
El mar se inquieta y trae palos a la playa.
-"mírame, ahí estoy, me rechaza la espuma."