AMOR
En el terreno del halago sentimental, del piropo amatorio o del requiebro íntimo, este substantivo sigue figurando entre los más importantes, a pesar de lo antiguo de la identificación de este sentimiento con la persona que lo inspira: 'Ser una misma cosa el amor con el amado'. Suele ir precedido de los pronombres posesivos, apocopados o sin apocopar, 'mí, tu, su'. Miguel de Cervantes, en los primeros años del siglo XVII, emplea el término en el sentido que decimos: Mi brazo abrirá carrera
a tu vida y a mi muerte,
porque más me mata el verte,
oh, mi amor, de esa manera.
El romántico gaditano de mediados del siglo XIX, Antonio García Gutiérrez, escribe en El trovador:
iAy, acércate, amor mío!
iMe muero, me muero ya,
sin remedio...
Es voz sumamente elogiosa dicha a la persona por quien se siente atracción, intimidad o aprecio. Su uso sigue en vigor, aunque en las capas populares empieza a declinar por sentirse como ñoñez excesiva en un momento como el actual, de desgarrada franqueza, en el que decir las cosas por su nombre ha llegado también a este reducto último de la intimidad.
Libro de los elogios
Pancracio Celdrán