Las truchas no existen

**********nancd Hombre
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Las truchas no existen
Con la velocidad confluían los ríos y salían disparados por los costados del panorámico. Es cosa violenta un carro que sin miramientos atraviesa la tormenta y adentro suena jazz y está caliente.

Ella sentía cómo un plomo sobre el plexo solar, cómo cemento fraguándose entre sus costillas.

Él no sabía nada. No le dolía el regreso.

Los ajíes sensuales y desproporcionados experimentaban entre las hojas verde oscuro la aceleración suave o alguna fuerza sutil en las curvas amplias que los aplastaba gentilmente contra la ventana por la cual bajaba el diluvio que no mojaría su tierra.

Rodaban libres por el suelo, trás el asiento del copiloto, los frascos de mermelada y miel.

Ella reclinó un poco el espaldar, recogió las piernas, le dio la espalda para simular dormir aprovechando la sensación de cabañita acogedora azotada por los elementos, aprovechando su cuerpo de niña adulta que en cualquier rincón se acomoda, pero en realidad llorando.

El que no se enteraba de nada posó su mano sobre la cadera de ésa que simulaba dormir, cómo recordando el esfuerzo demandado del cariño y la conexión, la soledad cósmica de dos que los traga una supernova o un hoyo negro.

Misteriosa la amistad entre adultos.

Cuando se veía metido en una situación muy ridícula he incómoda intentaba recordar el error, la trampa, ¿Cómo había acabado allí?. Pescando truchas en la represa o posando con traje de apicultor para una foto y entre risas.

Había mucho tiempo para recogerse en sus pensamientos durante las visitas a la granja. El esposo de Miriam sonreía mucho y hablaba poco.¿quién quiere hacer amigos?. Le entregaban al otro una versión cortés y superficial de sus personas. Sus mujeres eran amigas.

Un brazalete agarrado con presión a su brazo entre el codo y el hombro, faldones de colores, el ombligo descubierto. Entre Miriam y él había un corto circuito. Pero lo había pensado, claro que lo había pensado, aquello está siempre en el aire entre dos parejas.

En las mañanas hacian yoga juntas sobre el muelle.

"Las truchas arcoiris no existen" pensaba él. "Tampoco las carpas ni los bagres".

En el zodiac había espacio para una pequeña nevera de icopor. El motor se acoplaba con prensas y desde un bidón de dos galones se le bombeaba la gasolina.

• "se quieren mucho".

Era evidente, ¿porqué lo dijo?.

Regresaron de la represa sin pescados. Sus mujeres no tenían lista la comida.
No eran sus mujeres. Habían tomado una botella de vino en el jardin. Se habían perdido dentro del pastizal, enredado en las hamacas.

Con la tapa de una olla avivaba las brasas mientras caía lento la noche y quedaba poca carne sobre la parrilla. Pesados y algo ebrios se miraban y charlaban mientras que a veces un viento empujaba el humo separando a las dos parejas como una cortina. Todo fue por un momento agradable. Regresó aquel pensamiento. Él intento tender un puente, conocer el color de los ojos de Miriam. Pero había una bruma más espesa que el humo del asador. Era inaccesible para él.

Nada tenía mucho sentido. Miriam y su esposo, la granja, las truchas.

Él se perdió a propósito por la casa. Miriam tenía un cuarto y su esposo otro. Y un tercer cuarto con llave.

Metió la mano en el cajón de la cómoda, se llevó a la cara un puñado de ropa interior, una bolsita de popurri.

Cuando no eran las truchas eran las abejas, esa noche fue el telescopio, una manta, copas y botellas que habían de ser cargadas hasta arriba de una loma. La noche estaba despejada. Él se distrajo por un rato. Júpiter con sus lunas, Saturno también se dejó ver.

No había luna.

-"ellas se entienden bien"

Otra vez esas frases obvias... ¿Esconden algo inaudito acaso?

¿Dónde estaban las mujeres?

No tenía fuerzas. Estaba borracho y cansado. Bajó de la loma sin esperar que ellas subieran. Habían saltado al agua. Las oía reír y chapotear a lo lejos. Se fue a la cama sin despedirse.

En un sueño o sonámbulo anduvo por la casa y encontró el tercer cuarto abierto. Oyó dos voces, tal vez tres.
Un cuarto de barba azul, en un sueño. No quiso mirar lo que ocurría adentro.
Una luz roja y después azul saliendo por la puerta entreabierta. Conversaciones, interjecciones ahogadas.

• "déjalo frambuecita"

Con la tormenta cirniéndose se despidieron. Se llevaron la planta de ají, los tarros de miel y mermelada de regalo, de recuerdo.
*****i77 Mujer
7.500 Publicación
Qué delicia leerte. Cada vez más enganchada a tu pluma 💜💜💜
Me ha encantado ese halo de tristeza y soledad. Soy adicta a ellas. Gracias por seguir deleita dos o, bella. 💋
**********nancd Hombre
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Autor de un tema 
*danke* *rotwerd* gracias por leerme.
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