AFEITADO
Boquea repetidas veces aliviando así la tensión en la mandíbula. Un desahogo efímero aunque reconfortante. El valor de las pequeñas cosas, supone.Aclarados los restos de jabón, alza la vista. La imagen reflejada en el espejo es la de un hombre razonablemente apuesto, con un atractivo asentado en su manifiesta masculinidad, atemperada por la suavidad de sus rasgos. Sin embargo, no le complace lo que ve. Los ojos que replican su mirada subrayados por sendos cercos violáceos, evidencia palmaria de persistentes vigilias, carecen de cualquier brillo de expresividad antojándosele opacos, cansados, ajados más por lo que les falta que a causa de los surcos que los rodean hendiendo la piel.
No sabe discernir si en un lapso de tiempo tan corto que ha debido transcurrir a hurtadillas pasándole inadvertido a su consciencia, se ha hecho mayor o si ya es viejo. Si contempla las naturales señales de la madurez o la prueba palpable del rostro como reflector inconmovible de un alma para nada inmaculada.
El día anterior habían sufrido la enésima discusión, siendo sufrir el término más adecuado porque dirimen sus diferencias acometiéndose salvajes, desmedidos, sañudos como perros de presa. Dañan, padecen, retroceden solo para lanzar otra dentellada y cuando al fin se retiran agotados a lamerse las heridas, ambos lo hacen siempre con una desagradable sensación de derrota.
Le duelen la cabeza, el estómago y la conciencia, cruel y vocinglera. Le duelen la culpa arañando con encono en sus entrañas, la vergüenza, la pérdida, el desgarro que supuso verla recoger sus cosas, quemar las naves a su espalda. Le duele el portazo revivido una y otra vez durante la noche golpeando con fuerza las paredes de su espíritu. Le duele el silencio, le duele el vacío... Le aterra su ausencia.
El sonido del teléfono le sobresalta. Tarda en reaccionar, en atreverse a responder la llamada. Una lágrima le recorre valiente la mejilla, zigzagueando solitaria, dotando otra vez de vida a su mirada. Su atención se desvía de nuevo fugazmente hacia el espejo. Ella le ama. Un segundo después desecha la idea de dejarse crecer la barba.