Norberto y el nivel mensa
Norberto era un chico tímido. Habia crecido en un matriarcado en el que importaba más salir victorioso de todas las trifulcas, no dar pie a habladurias, ser educado y sacar buenas notas, que los besos en los golpes que siempre nos damos de niños. Todas las madres sabemos que un beso y el calor de un abrazo son el analgésico más potente a esas edades. Todas, menos la madre de Norberto.
Se crió en medio de una lucha de bandos capitaneados por su hermana, el primero, y por él, el segundo.
Cuando su hermana nació, el primogénito no llegaba a los tres años. La llamaron Concepción, como su madre, de igual forma que él heredó el nombre de su padre. En su afan de crear calcomanías, lo cual consiguieron en gran medida, ése fue el primer paso. Solo que Norberto era el vivo retrato de su madre. Esa madre que cortaba cabezas, ninguneaba a su padre y salia victoriosa de todas las contiendas. La única diferencia fueron las armas que usaban ambos: Concha, el victimismo y el chantaje emocional más sucio y vil (el mismo que ahora usaba con sus nietas); Norberto, la arrogancia que da el conocimiento en manos de estos seres a-sentimentales y no-emocionales.
Empezó con la cocaina a la edad en la que suelen empezar todos y por más razones por las que empiezan todos: la exigencia y protección enfermiza de su familia le habían hecho aislarse y se integraba bebiendo, invitando a farlopa y pagando rondas de lo que fuera (se lo podia permitir, trabajó mientras terminó su carrera de físicas puras y no tardó en colocarse, recomendado por su madre, en la empresa del senorito para el que Concha sirvió de jovencita).
Sofía quedó prendada de su inteligencia, su excepticisno, su neutralidad. Norberto dejó los excesos y le prometió un hijo.
Al cabo de un lustro, ella fue cayendo poco a poco en el pozo de los ignorados. Al principio, seguía queriéndole. Hasta que la evidencia se erigió ante ella como la corrdillera tras la colisión de dos continentes: no era bueno, algo oscuro se ocultaba tras esa fachada incorruptible, serena, correcta.
Fue atando cabos. Y lo supo: Norberto era, simplemente un psicópata adiestrado.
Habia entrenado los protocolos que nos hacen parecer incluidos en el mecanismo social y por esto, no podía desviarse de lo estipulado. Y por esto todos sus argumentos iban encaminados a desbaratar cualquier indicio de originalidad o creatividad social. Todo lo tradicional era bueno porque siempre había existido, porque se había avanzado así, porque es lo que habia practicado. No sabia interactuar de otra forma. La improvisacion no formaba parte de su entrenamiento gregario.