PUERCA HONRA...

PUERCA HONRA...
Despunta el Sol aún con tibieza sin haberse disipado del todo la niebla que junto al relente perlando la hierba y su propio sudor, mantiene su camisa pegada al torso. De pronto, moderado su ímpetu después de la acción, siente frío, una corriente gélida que tiene menos que ver con la natural temperatura a esas horas que con la destemplanza causada por la contemplación de quien había llegado a considerar su hermano, roto el pecho, vaciándose sobre un lecho de hojas secas. "Puerca honra..." masculla más irritado que apenado en realidad, antes de alejarse sólo como nunca, desdibujándose en la bruma.

Su amistad había sido vieja de casi toda una vida. Un afecto afianzado en la experiencia compartida desde mozos. En una lealtad incondicional probada durante años.

Se conocían bien, desde siempre, aunque no se podía decir que hubiesen crecido juntos. Siendo rigurosos cabría señalar que lo hicieron cerca uno del otro, separados por barreras invisibles pero muy tangibles, rotas a espaldas de sus respectivas familias, ajenos a convenciones sociales y prejuicios.

Ambos se alistaron cuando la ocupación francesa, rehecho después de los terribles primeros meses de contienda el diezmado ejército regular, compartiendo vestido de buen paño uno, con el uniforme recompuesto de un soldado caído el otro, el mismo polvo e idénticos miedos. Arriesgando el cuero siempre codo con codo en los campos de Bailén, Ciudad Rodrigo, Los Arapiles, Vitoria, San Sebastián… victorias y derrotas hasta llegar por fin, ya como hombres vividos, veteranos en lances de toda índole tras cuatro años batiendo al invasor, coronel y capitán del mismo regimiento a la jornada de San Marcial.

Se fijaron en ella al mismo tiempo, durante las celebraciones de San Juan, recién obtenidas sus licencias. Isabella D'Este era una mocita briosa, mediterránea, con una belleza rotunda herencia de su sangre napolitana, unigénita caprichosa de un próspero comerciante natural de aquella nación. Joven habituada a la satisfacción inmediata de su antojo, dejábase querer por ambos encantada con su protagonismo, pulsando con aplomo los resortes necesarios para perpetuarlo a la manera en que algunas mujeres, apicaradas y sabedoras de su magnética ascendencia sobre los hombres, ridículos de puro simples, suelen con la dosis precisa de promesa para mantener bien tensos sus amarres y la conveniente ambigüedad que la permitiese, llegado el caso, una salida airosa exenta de responsabilidad.

Su amistad otrora inquebrantable se enfriaba a medida que rivalizaban por la atención de la moza, comenzando a interponerse entre ellos el recelo atávico de los machos disputándose la supremacía en la manada. Una sombra de orgullo ciego y sordo a la razón, cada vez más densa.

Aún mantuvieron, pese a los manejos arteros de aquella Jezabel sin escrúpulos que se holgaba con descaro alentando su competencia, las formas durante un tiempo hasta que en el transcurso de una merienda informal en el patio de la joven, ante la atónita mirada de los asistentes, quienes hubieron de sujetarles para que no se trabaran allí mismo, las cosas se desaforaron tras varias acerbas consideraciones vertidas con mucha desvergüenza acerca de la diferencia de calidad, cuna y bolsa entre los dos. Como las palabras, al igual que los disparos, no pueden retornarse una vez lanzadas, sin que valiese intento de mediación alguno ambos, ofuscados, antes de darse cuenta se habían pedido satisfacción citándose al día siguiente, al amanecer, en un pequeño y discretísimo prado extramuros de la ciudad.

Fue rápido. Aún se tanteaban rozándose los aceros cuando adivinando la intención en los ojos de su adversario paró por instinto una estocada alta, fintó y aprovechando el hueco en la guardia descompuesta durante un instante, le entró a fondo pasándole de parte a parte.

Tres años más tarde, en Chacabuco, uno de tantos nombres en los territorios de ultramar donde el antaño todopoderoso imperio se desmorona irremisiblemente, relee por enésima vez la escueta nota. Isabella D,Este había fallecido meses atrás con dolorosa agonía, consumida por la sífilis que contrajo de su flamante esposo, un burgués de buen apellido, tan rico como putañero.

Dobla lentamente el amarillento billete guardándoselo de nuevo en el interior de la casaca, otea el campo por encima del parapeto, respira profundamente, hastiado, desenvaina el sable y sin que nadie logre detenerlo salta afuera, justo delante de la batería enemiga. “La puerca honra..." gime con el último aliento, de cara al cielo, antes de que todo se vuelva negro.
*****obo Mujer
1.756 Publicación
"Como las palabras, al igual que los disparos, no pueden retornarse una vez lanzadas, sin que valiese intento de mediación alguno ambos"
Es una verdad, nuestras palabras preceden nuestros actos ,gustos y deseos
Cita de *****obo:
"Como las palabras, al igual que los disparos, no pueden retornarse una vez lanzadas, sin que valiese intento de mediación alguno ambos"
Es una verdad, nuestras palabras preceden nuestros actos ,gustos y deseos
Gracias!!
*********zaria Hombre
903 Publicación
Moderador de grupo 
Sale caro ese rollo de la honra y el honor cuando se lleva con ese entusiasmo. Y es que hoy como ayer la potencia de tiro de un par de tetas es indómita y no entiende de
ni alianzas ni de jerarquías. 👏👏👏👏
Cita de *********zaria:
Sale caro ese rollo de la honra y el honor cuando se lleva con ese entusiasmo. Y es que hoy como ayer la potencia de tiro de un par de tetas es indómita y no entiende de
ni alianzas ni de jerarquías. 👏👏👏👏
A veces tiran mas.... gracias!!
Con lo guay que "seriese" compartirse con dos o tres... O cuatro... O...
Con lo bonito que es poseer lo intangible y lo detestable que es querer poseer lo que no se puede. ¡Que no se puede, señores! ¡O señoras!
Para cuando tu primera novela, @*******E77 ?
Cita de *********verde:
Con lo guay que "seriese" compartirse con dos o tres... O cuatro... O...
Con lo bonito que es poseer lo intangible y lo detestable que es querer poseer lo que no se puede. ¡Que no se puede, señores! ¡O señoras!
Para cuando tu primera novela, @*******E77 ?
Te pasas 3 pueblos... con lo de la novela, digo. Lo de las comparticiones multiples es otra cosa jajaja
**********nancd Hombre
121 Publicación
Que bueno es viajante, dios mío. Pocas líneas y da en el blanco.
Cita de **********nancd:
Que bueno es viajante, dios mío. Pocas líneas y da en el blanco.
Jo.. gracias!!!😚😚
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