Resolutiva.

Resolutiva.

El primer Domingo de Mayo
siempre será vuestro.
El resto de este viaje; también.
Tendréis barra libre en estas letras,
en este anónimo instante en que
la calma me invita a miraros con deleite.
Con esta certeza que te da el estupor
de saberos invencibles, ingrávidas,
imprescindibles.

Custodias de esa exactitud que
procesáis a diario.
Puntuales en cada cruce.
Ajenas a sacar tajada.
Indispensables para secar los fracasos
de los que vamos aprendiendo.
Siempre preparadas, con las manos
cargadas de puertas de salida.
Cancelando prioridades personales.
Apuntalando los destrozos que nos
trajeron hasta aquí.
Dispuestas a compartir el golpe.
Cocinando la alegría,
edulcorándonos las lágrimas.
Sacando la vida adelante,
vaciando el corazón sin miramientos.
Asumiendo los riesgos.
Conciviendo el milagro que nos dio la oportunidad de sabernos vivos.

Las siento tocar a diario,
con la infancia de su brazo.
Empatizando con el calendario
de los suyos, adaptando los minutos
a la evidencia cotidiana con la que
bordan una sonrisa. Ellas saben
que es la mejor manera de sembrar
en lo que somos y seremos.
Ellas sostiene tu mundo y sufren las consecuencias, también las mías,
que no son pocas.

El vínculo, el primer latido, un soplo de
vida que se hace acorde en su vientre.
Un estreno que no conocerá el escozor
de los puntos finales hasta que los
espejos cierren sus ojos.
¿Dónde quedan los finales cuando
eres infinita.?

Todos tenemos la nuestra.
Guardianas que plantan cara a las
noches de miserias.
Matriarcas de raza que
igualan el camino de su linaje
si dejar de ser, para ser
insumisas del reproche.
Sobrepasadas de preocupaciones
que guardan en dedales de silencio.
De manos tendidas, brazos abiertos
y su desvelo dispuesto a hacer horas
extras en función de la demanda.
Ardientes cuando cruzas tus metas,
frágiles e incandescentes al
mismo tiempo.

Hoy quiero gritar tu sacrificio.
Hacerte protagonista de cada nube
y aliviar tus noches inquietas.
Tus temores encallados,
tu generosidad infinita imposible
de medir porque no se puede
abarcar algo que nunca termina.

Hoy te reivindico y te pido que sigas
poniendo humanidad en todas las
esquinas. Que sigas contando cuentos,
peinando decepciones para que ese
amor tan limpio nunca se acabe. Ese
amor tan puro que solo pude encontrar
en los brazos de mi madre.

Simón de Azzaria.