EL BOSQUE

EL BOSQUE
Picó espuelas una vez más. Jinete y montura estaban extenuados tras la jornada de caza y la cabalgada le había alejado de sus tierras más de lo esperado.

La tormenta estalló de manera repentina, descargando toda su furia sobre el solitario caballero.

Hubiese preferido no tener que atravesar el bosque. Desde niño había escuchado extrañas historias sobre personas que tras adentrarse en él nunca regresaban.

El no era ningún menguado. Su valor había sido ya probado en multitud de escaramuzas y sin embargo no pudo evitar estremecerse ante la perspectiva. Rodear la espesura suponía exigirle un esfuerzo a su caballo que éste ya no podía ofrecerle. Apoyó una mano agradecida en el cuello de la bestia, ajustó las presillas de su capa y penetró en la foresta.

Apenas había avanzado unos pocos metros cuando cesó la lluvia. El silencio se hizo tan denso que podría tajarse con su espada. Una sensación punzante en su nuca le indicó que no estaba solo. Convencido de habérselas con un salteador agazapado en la vereda del camino, lentamente, sin aspavientos, montó su ballesta, se afianzó en el estribo y giró dispuesto a vender cara su vida.

Ella permanecía inmóvil, como una estatua viva de piedra, observándolo, seca pese al aguacero. Sus ojos, esmeraldas encerradas en un óvalo perfecto, desmentían la juventud que cabría deducir de los rasgos de un rostro extremadamente bello. Su mirada le ataba la voluntad, privándole de capacidad para reacción alguna salvo quedarse allí, quieto sobre su caballo que piafaba y caracoleaba nervioso.

El corzo atravesó el claro a su espalda ajeno a lo que ocurría. El chasquido de una rama le devolvió la conciencia al caballero, que se volvió a tiempo de ver cómo el animal se perdía entre los árboles.

Ella no estaba. Cuando se acercó al punto desde donde su mente le juraba que aquella mujer le había perturbado no logró encontrar evidencia ni rastro alguno de su presencia.

Lo que en un primer momento no fue motivo de preocupación más que para los miembros de su Casa, era ya "vox populi" en toda la comarca. El Señor no era el mismo, había cambiado. Hasta entonces, siempre se había mostrado como un hombre enérgico, valeroso en el combate, justo en el arbitraje de los pleitos que por su condición debía dirimir, jovial en el trato con sus camaradas... Un hombre, en definitiva, pleno de vitalidad que en los últimos meses habíase tornado un ser arisco y taciturno.

Su rostro lo surcaban ahora profundas arrugas y el cabello le había encanecido como si pese a que apenas había cruzado el umbral de la madurez, el peso de la edad hubiérase cebado en él de repente.

Toda compañía le resultaba enojosa salvo la de su caballo y sus canes, a los que arrastraba cada día desde antes del alba a furiosas cabalgadas que no acababan sino al anochecer cuando regresaba a la torre con la ropa desgarrada y los animales exhaustos.

Estas cabalgadas que al principio se consideraron excentricidad del Señor, ocioso en tiempos de paz, aterrorizaban ahora a sus vasallos, quienes condenaban cancelas y postigos cuando atronando el firme bajo los cascos de su caballo, aquel reflejo del que había sido su protector se alejaba siempre en la misma dirección, siempre hacia aquel maldito bosque que parecía haberle hurtado la razón.

Mientras atravesaba como cada jornada, con la primera luz, el portón de la torre, no cayó en la cuenta de que aquel día se cumplían ya siete años desde que se internara por primera vez en la malhadada selva. Durante todo ese tiempo jamás sucumbió al desaliento, convencido cada noche al regresar a lo que ya no sentía su hogar, que sería a la mañana siguiente cuando al fin la encontraría.

El último invierno no había sido especialmente duro y durante la primavera estaba lloviendo en abundancia. La bruma cubría el lecho del bosque creando una atmósfera inquietante, confiriéndole apariencia de antigüedad insondable.

No guardaba recuerdos de aquel pozo. Pese a los años recorriendo cada rincón de la foresta, jamás reparó en él.

Desmontó y palmeó con cariño el lomo de su caballo. Aquel animal se había convertido en el único y precario nexo de unión que conservaba con la realidad. Ningún lazo le ataba ya a las gentes de su casa.

Fue mientras acariciaba al alazán cuando tomó repentina conciencia de su presencia. La misma sensación que su mirada le provocara siete años atrás retornó con dolorosa intensidad.

Era tal como la recordaba. Los mismos ojos que ahora, más que al de las esmeraldas, se le antojaban de idéntico color al de las aguas de aquel pozo de profundidad ignota. El mismo cabello, negro como noche sin luna. Los mismos labios de nuevo hablando sin moverse, con palabras que llegaban nítidas a su mente, acabando por desterrar cualquier atisbo de cordura que aún habitase en ella.

" Has tardado. Ahora estaremos juntos... ahora eres mío."

Llegó hasta ella sin ser consciente de haber recorrido los metros que les separaban. Sus bocas se fundieron en un profundo beso, comunión mística mezcla de pasión, lujuria y... ¿ rencor ?

Todo a su alrededor tornósele borroso. Ya no podía oir el repiqueteo de las gotas de agua sobre las hojas. Le invadió la sensación de caída a un vacío sin final, cálido, húmedo, sofocante, hasta devorarle al fin la Oscuridad, fría y absoluta.

Cuando el caballo volvió a la torre sin su jinete, todos supieron que no regresaría. Impresionaba la visión de aquellos hombres rudos, curtidos en la batalla y por la vida en unas tierras duras e inclementes para con los débiles, llorando amargamente la ausencia de su Señor.

Durante muchos meses salieron en su busca llegando a gritar su desesperación en las lindes del bosque en el que, pese a su lealtad, no osaban adentrarse.

El Señor no dejó herederos que se hicieran cargo de su hacienda y con el tiempo, sus gentes fueron partiendo. La torre no es ya más que un fantasma vestido de hiedra.

Solo un anciano pastor, lejos, al abrigo de una hoguera, se atreve a narrar en voz muy queda el recuerdo de la gente que una vez habitó esa tierra. La leyenda de un noble señor que partió para no regresar de la sombra de los árboles que impertérritos ante el paso del tiempo, se divisaban recortándose contra el cielo en la lejanía... si alguien se atrevía a cercarse lo suficiente.

EPÍLOGO:

Sus pasos acababan por conducirle siempre hasta el pozo y a contemplar unos huesos descarnados, amasijo que fue vida, para siempre descansando en el nicho de acero que conformaban los anillos de la cota de malla.

Pudo reconocer, cubierta de orín, su vieja espada, empuñada en última instancia ante la certeza de su muerte, por el que una vez fue hombre, perdida de antemano la batalla.

El sonido de las pisadas desvió su pensamiento.

La muchacha, quizá una pastorcilla en busca de algún animal descarriado, le pareció hermosa, sorprendiéndole un irreflenable deseo por poseerla.

La doncella permaneció muy quieta, mirándolo. Una extraña sensación de embriaguez la embargó cuando resonaron claras en su mente las palabras.

" Has tardado, niña…"
*****ema Mujer
1.708 Publicación
Moderador de grupo 
Según leía este cuento a lo Giambattista Basile, pensé en ninfas de los bosques de las que se enamoran apuestos señores pero luego me dió por pensar en el hada Verde. Que no es más que el ajenjo y si pudiera haber sido una metáfora del escritor del que se apoderan esas esmeraldas cuyos enoles le hipnotizan cuando se centra en el proceso creativo.
*********ntom Hombre
918 Publicación
Hermoso relato, fascinante, enigmatico y precioso...y aún no sabemos bien quien es esta muchacha del bosque tan buscada y deseada para el noble caballero... ¿Una ninfa? ¿Una hada? ¿Una diosa? En fin se podría quizás intuir que sea esa oscura y paciente senora que nos espera todos...pero yo no pido. Mejor no saber y mantener intacto todo el encanto del misterio...
Cita de *****ema:
Según leía este cuento a lo Giambattista Basile, pensé en ninfas de los bosques de las que se enamoran apuestos señores pero luego me dió por pensar en el hada Verde. Que no es más que el ajenjo y si pudiera haber sido una metáfora del escritor del que se apoderan esas esmeraldas cuyos enoles le hipnotizan cuando se centra en el proceso creativo.
*kuss2*
Cita de *********ntom:
Hermoso relato, fascinante, enigmatico y precioso...y aún no sabemos bien quien es esta muchacha del bosque tan buscada y deseada para el noble caballero... ¿Una ninfa? ¿Una hada? ¿Una diosa? En fin se podría quizás intuir que sea esa oscura y paciente senora que nos espera todos...pero yo no pido. Mejor no saber y mantener intacto todo el encanto del misterio...
*hutab*
Maravillosamente mágico. Gracias por estar aquí.
*********zaria Hombre
903 Publicación
Moderador de grupo 
Que tensión me dejas siempre que te leo y ese escalofrío que estremece y se desploma sobre la parte baja de la nuca.
Un saludo compadre, lo has vuelto a conseguir.
Cita de *********verde:
Maravillosamente mágico. Gracias por estar aquí.
😘
Cita de *********zaria:
Que tensión me dejas siempre que te leo y ese escalofrío que estremece y se desploma sobre la parte baja de la nuca.
Un saludo compadre, lo has vuelto a conseguir.
*hutab*
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