No fue tarde cuando llegó
Sé que la melaza es pegajosa.Algunos no la soportan y se hacen los fuertes y los borrachos, como esas estrellas del rock que siempre nos han confundido.
Yo me harté de escupitajos: primero, los que me autolesionaban, después, supongo, que busqué los de otros, como si mi saliva ya no fuera efectiva, corrosiva, y mis dientes ya no hicieran marcas.
Cuando las nalgas escuecen, una se olvida del resto.
Los orgasmos, dicen...
Las quemaduras tapan más.
Nada mejor para el alma que una buena fusta en la planta de los pies. Mientras recorres la cama a cuatro patas pidiendo clemencia. Y tu enemigo, ése que dice amarte, te persigue hasta que cedes al chantaje:
• Sí, mi amo. Por favor...
Y rodeas su cintura con tus brazos, de rodillas sobre la cama, con tu cara hundida en su barriga, y le amas como a nadie. Porque ha parado el dolor. Porque te ha causado dolor y has olvidado que existes.
Los orgasmos, dicen...
Mi mundo ahora es de miel y poesía.
Con aromas blancos a romeros.
Con espinas difusas de gelatina
Y ensueños de los dias de verano.
Y ahora lloro, sí, vaciándome de excesos.
Replicándome sobre mi sombra
desde serenatas y sones inconexos.
Pero recuérdame, por favor, y desescombra
la debacle invisible de aquellos cuerpos.
Empalágame de tus dulces besos.
No quiero sangre ni muerte ahora.
No quiero vinos ni que se tiñan las rosas.
Quiero claveles rojos y albos
y un enjambre de sueños encarnados
y una nube de algodon armado
de hormigas grandes que tapen cardos.
Mis paseos sobre troncos almibarados.