EL SUICIDIO DE DIOS
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Soy Dios y estoy solo.
Quiero desaparecer pero no puedo.
No existe el tiempo ni la luz.
No hay antes ni después.
No hay nada. Solo hay la nada.
No tengo constancia ni consciencia de haber sido nada o algo.
Voy a crear el tiempo.
He creado el tiempo. Ahora ya existe el ahora. Hay futuro y pronto habrá pasado. Quizás me sirva para poder desaparecer.
No sé dónde estoy, no hay lugar. Ahora estoy en el vacío.
He creado el espacio. Si estoy en un lugar quizás pueda desaparecer de él.
El vacío absoluto.
El tiempo está avanzando.
Soy Dios y quiero desaparecer.
Soy algo pero deseo ser nada.
No lo soporto.
He creado la luz pero no veo, no hay nada que ver ni nada que emita alguna luz.
He creado el sonido, pero no oigo nada. No existe nada que produzca sonido alguno.
Soy Dios y quiero desaparecer, pero no puedo.
Si creo la vida quizás pueda crear también la muerte, mi muerte.
He concebido y permitido la vida, la he creado, la he hecho posible, ya es posible.
No hay nada vivo, solo yo.
II
Una vez Dios creó todo lo necesario para morir, creó la posibilidad de su propia muerte, y así se hizo su muerte. Dios se suicidó de inmediato.
Dios estalló mutilado en vida. Debía nacer para morir. Su nacimiento fue su propia muerte, pero el tiempo ha de transcurrir para producir tal cosa. Dios se descompuso en mil galaxias formando estrellas, planetas, criaturas, luces, sonidos y todo tipo de aberraciones agónicas. Ya había comenzado su muerte, pero llevaría un tiempo, millares de eones para producirse. Durante este tiempo, Dios sintió cada centímetro del cosmos. Se descompuso en átomos y en cenizas de volcanes. Fue sal en los mares y aire en los cielos. Se arrastró por el fango y reptó por la hierba. Se dirigía hacía la mismísima desaparición, pero le esperaba un viaje largo, una muerte agónica.
Dios fue todas las criaturas vivas y muertas, buenas y malas, conscientes e inconscientes. Fue niño y anciano, hombre y mujer, fue asesino, caníbal, y monstruo. Se deshizo en lujuria y deseo, emoción y pensamiento, llamas, fuego y muerte. Consumió cuanto le rodeaba, sufrió, amó, perdió la razón y abrazó la locura. Olvidó quién era, olvidó que estaba muriendo. Olvido que era Dios. Pero ya no había marcha atrás, era parte del proceso. Dios se había olvidado a sí mismo, ya no existía ni existiría jamás de nuevo como Dios. Cada partícula y cada vació del cosmos eran Dios, Dios podía sentirlo todo al mismo tiempo pero de forma independiente e individual. Dios se había descompuesto y estaba viajando hacia la entropía absoluta, su muerte.
Siendo ellos, Dios especuló con su propia existencia. Siendo diferentes culturas y razas, Dios se imaginó a sí mismo. Y Dios fue también otros dioses, muchos otros, benignos y malignos, súcubos e íncubos, híbridos, aberrantes, y etéreos.
Dios se asesinó a sí mismo durante eones de mil maneras. Devoró a sus hijos, los quemó, se mutiló, se violó y se arrojo a los abismos. Dios solo tuvo nombre durante su muerte, muchos nombres, todos los nombres eran Él.
III
Soy Dios y quiero desaparecer.
Soy Dios y estoy desapareciendo.
Muero por fin.
¿Existirá algún recuerdo?
Ya casi me he ido.
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