hagamos un ejercicio
¡Buenas a todos! Hoy quiero poner sobre la mesa una cuestión que está tomando demasiada fuerza en redes sociales y otros espacios públicos. Hablemos de algo que, aunque parece inofensivo, tiene consecuencias muy serias: sacar las cosas de contexto. Y me pregunto, ¿hasta qué punto es aceptable esta práctica? Porque, seamos honestos, todos hemos visto o incluso participado en situaciones así: lees un comentario una, dos, tres veces, quizás más. Y aunque no terminas de entender lo que el autor realmente quería decir, te lanzas a interpretar sus palabras desde tu propio marco mental. Un marco que, por supuesto, está teñido de tus experiencias, sesgos y asociaciones, y que no siempre refleja lo que el autor intentaba expresar. Y aquí surge la cuestión: ¿Es justo poner en boca de alguien palabras o ideas que no ha dicho? Porque, al final del día, esa interpretación personal puede no solo ser errónea, sino que, al compartirla públicamente, puede dañar seriamente la reputación de la persona en cuestión.
Y es aquí donde nace el verdadero debate. Sabemos que la libertad de expresión es un derecho fundamental, pero ¿qué hacemos con esa libertad? ¿La usamos para cooperar o para destruir? Porque cuando alguien es vetado de actividades, grupos o citas por un malentendido, ¿quién asume la responsabilidad? Y, ¿acaso no somos adultos capaces de discernir entre lo que creemos entender y lo que realmente se ha dicho?
Mi propuesta es simple, pero eficaz. ¿Por qué no tomarnos cinco minutos y, si no entendemos un comentario, preguntar directamente al autor qué quiso decir? ¿Es tan difícil? Esta práctica no solo fomentaría el diálogo, sino que nos devolvería algo esencial en la vida adulta: la capacidad de comunicarnos con madurez. En lugar de saltar a conclusiones, podríamos enriquecer nuestras interacciones, y en última instancia, contribuir a una cultura de respeto y entendimiento mutuo.
Al final del día, tenemos un gran poder en nuestras manos: la libertad de expresión. Pero con ese poder viene una responsabilidad. Así que, ¿por qué no usarlo para construir, en lugar de destruir? ¿Están de acuerdo o creen que exagero?