EL LAVABO FOLLABLE
¿Qué probabilidad existe de encontrar a tu alma gemela en un lavabo? ¿Una entre un millón? Y sin embargo, allí estaba ella, con su largo cabello rojizo, retocándose sus sensuales labios con un intenso rojo rubí que combinaba perfectamente con las paredes del lugar y que resaltaba sobre su blanquecino rostro lleno de pecas. Y mientras parecía preguntarle con su mirada al espejo si era la más bella del lugar, yo ajeno a todo, estaba en el compartimento de al lado vaciando las dos cervezas que había tomado sin saber que al abrir la puerta, mi vida daría un giro.
Rápidamente, al oír el ruido de la puerta, me miró a través del espejo clavando sus ojos en mí como si fueran dos dagas mientras sonreía, a lo que yo sólo pude sucumbir con un entrecortado… Hola ¿Me dejas que me lave las manos?
-Claro, ya me hago a un lado para que puedas.
Y yo, torpe y nervioso, luchaba contra ese grifo con sensor de presencia que sólo deja salir agua cuando a él le parece.
-Me gustan tus anillos… (Me susurró) ¿Puedo verlos?
-¡Claro! le respondí y sin dejar que sacara las manos mojadas de debajo del grifo, cogió con suavidad mi mano izquierda y después de observarlos un momento, sacó de mi dedo anular uno de ellos y se lo puso en su dedo, estirando luego su mano para verlo mejor y diciendo… ¡Anda mira, me va perfecto!
-Pues sí, repliqué… Y la verdad es que te queda muy bien.
-¿Me lo regalarías si te lo pidiera?
-Me pones en un compromiso… Tiene un valor emocional para mí, aunque te queda mejor que a mi, eso sin duda.
-Pues tendrás que quitármelo… Me dijo, mientras sus ojos se hundían más en mi interior y su sonrisa torturaba mi mente.
No hubo necesidad de decir nada más, con mis manos aún mojadas del agua de ese grifo anárquico, abracé su cintura, para luego, mientras la miraba, cogerle la mano donde tenía el anillo y sacárselo con mi boca introduciendo todo su largo dedo en ella, para luego ubicarlo de nuevo en mi dedo.
Ella quedó sorprendida por mi rapidez, se empezó a reír y con cara de niña mala me dijo…
-Tus labios están muy calientes…
Y en un segundo, sus rojos labios se estamparon contra los míos sin que me diera tiempo de reaccionar. Nos fundimos como dos columnas de ADN y poco a poco, nos desplazamos a la puerta entreabierta que llevaba al habitáculo de donde yo había acabado de salir. La apreté fuertemente sobre la pared de gresite rojo iluminada por un led del mismo color, mientras le levantaba la falda de cuero que llevaba y se la ponía del revés tapando su ombligo.
La música de la discoteca retumbaba en la pared y mientras la manoseaba y hurgaba entre sus braguitas, notaba como los bajos de la música pasaban de la pared a su espalda y de ahí a mi, vibrando ambos y sintiendo como los decibelios nos atravesaban a la vez.
Ella no tardó en buscar con sus manos el contacto con mi pene y entramos en una masturbación mutua al ritmo de los bajos que proponía la pared roja, mientras no dejábamos de comernos la boca con pasión.
Notaba que su coño cada vez estaba más mojado, mis dedos se deslizaban por su interior ágilmente, yo cada vez estaba más duro y con el ansia de dos adolescentes, nos separamos de la pared, ella me hizo sentarme sobre la tapa cerrada del inodoro, echó mano de su bolso, sacó un condón y tras ponerlo con una sensualidad infinita en sus labios, me lo puso en mi ya rígida, morada y expectante polla y después, echándose sus braguitas a un lado, me hizo entrar en ella. El pum,pum,pum de la música de la sala que inundaba el lavabo nos marcaba el ritmo y ella cabalgaba sobre mí moviendo su cabeza y azotando de vez en cuando con su rojo cabello mi cara.
No podría decir que canción sonaba en aquel momento, porque era irreconocible, pero sí puedo decir, que fue un baile en pareja maravilloso y en perfecta sincronía con alguien que acababa de conocer.
Una vez terminamos, volvió a retocar sus labios, yo la esperé como un caballero, mientras la observaba embelesado y con ojos brillosos. Salimos de allí cogidos de la mano y me acompañó a la barra donde me presentó a sus amigas.
Me dejó un momento con ellas charlando, mientras ella le preguntaba algo al camarero de la sala, pensaba que habría ido a pedir algo para beber y al regresar, me dijo que tenía que marcharse, que le había surgido un imprevisto. Me dejó descolocado, pero yo no era nadie para cuestionarla.
-Quédate con ellas si quieres, son buena gente
Y acercándose, tiró de mi cinturón hacía ella, me abrazó de las caderas y me dio un largo y suave beso de despedida, para luego, desvanecerse entre la multitud en dirección a la salida.
Me quedé charlando un rato con sus amigas, pero con la música tan fuerte era casi misión imposible entablar una conversación, así que, al cabo de un rato, me fui a casa. Me quité la camisa que aún olía a ella, los pantalones, saqué las llaves y la cartera de los bolsillos y en uno de ellos, había un pequeño papel doblado. No tenía ni idea que era, no recordaba haber guardado ninguna nota del trabajo previamente, así que la abrí y leí su contenido…
“Si quieres recuperar tu anillo, tendrás que venir a buscarlo…”
Y justo abajo, una dirección y un número de teléfono.
Rápidamente miré mi mano izquierda y comprobé que me faltaba el anillo de mi dedo anular. Me lo había quitado mientras follábamos y luego, fue al camarero a pedirle un bolígrafo y un trocito de papel y con suma delicadeza, lo guardó en mi bolsillo mientras se despedía de mí.
Han pasado meses de ello y sigo sin mi anillo, a ella le sienta mucho mejor que a mí, rompí con el vínculo emocional que me ataba a él y de vez en cuando, juego a quitárselo con mi boca mientras vemos una serie de terror en Netflix.