EL REENCUENTRO
Recién llegado a mi abuhardillado hospedaje, contemplaba desde una de sus ventanas las pizarrosas azoteas del pueblo y sus montañas colindantes. Era el final de mi periplo en solitario, ya que en este pueblo tocaba reencontrarnos tras casi 1 mes viajando cada uno por su lado. La espera se ha hecho larga y tengo ganas de volverte a tener cerca y ver tus chispeantes ojos frente a mi.El punto de encuentro era una vetusta y metálica pérgola de 1895, testigo mudo de miles de encuentros amorosos, de guerras, nevadas y tormentas. Eran las 18h y se acercaba el momento de vernos y ahí apareciste tú, temblorosa como nunca caminando hacía mí. El corazón de tu collar que te regalé hace ya tiempo destacaba especialmente sobre los bonitos edificios del fondo y me hizo especial ilusión que lo llevaras puesto. Unas lindas sandalias con tacón que realzan tus pies, una falda negra que volaba con la brisa de la tarde y una blusa negra semitransparente que dejaba entrever tus rosados pezones.
Qué guapa estás… -Te dije con una suave voz mientras sonreía y te iba desnudando con la mirada- El viaje por la Toscana te ha sentado muy bien -Añadí-
Tú también estás muy guapo mi Amo -Decías con una voz de emoción contenida -
-¿Me dejas que te dé un beso mi señor?
• Ya sabes que eso es decisión mía y de momento tendrás que esperar…
-De acuerdo, esperaré, llevo un mes esperando y no me va ya de hacerlo un poco más…
• ¿Has visto ese cine? ¿Quieres que entremos? Me encantaría ver “El resplandor” contigo ahí dentro, sería el escenario idóneo…
• Entremos mi Amo, por favor…
Te cogí de la mano y cruzamos la plaza a paso lento, en dirección a esas escaleras grises que eran la antesala de la espectacular entrada al cine. Escuchar el sonido de tus tacones mientras subías sensualmente uno por uno esos peldaños era música celestial para mis oídos.
En el vestíbulo había un antiguo proyector, unas hermosas lámparas colgantes y un suelo de moqueta rojo que daba más presencia al lugar. No había nadie y teníamos las puertas de la platea frente a nosotros. Estaban entreabiertas y por el hueco existente se podían ver las butacas, el pasillo central y la enorme pantalla de las de antes. Tu mano estaba muy fría, señal inequívoca de que te estaba excitando la situación. Miré de reojo hacía tu blusa y vi que tenías los pezones bien firmes empujando la fina tela buscando salida…
En ese momento, apreté tú mano fuertemente y te dije… Ven, acompáñame.
Avanzamos hacía las puertas y tras empujarlas un poco más, entramos a la sala. Estábamos solos y paso a paso, fuimos avanzando filas hasta llegar al medio de la platea. Nos detuvimos y te susurré… ¿Llevas braguitas?
-Eso lo tendrás que comprobar por ti mismo mi Amo…
Y antes de que te dieses cuenta, mis dedos estaban moviéndose como serpientes por el interior de tus muslos y descubriendo que no existía ningún muro de tela entre ellos y tu depilado y muy mojado coñito.
-¿Ya estás así gatita linda?
• Llevo así desde el momento en que estaba caminando hacía ti hace un rato…
Sin mediar palabra, te empujé contra una de las butacas haciéndote caer sobre ella y a continuación, tomé tus piernas con fuerza y las separé todo lo que pude, alojándolas en los reposabrazos del asiento e improvisando una silla ginecológica de esas que tanto te gustan.
-Ha llegado el momento de inspeccionar mi propiedad…
Me agaché ante tí y metí dos dedos en tu vagina, hasta el fondo… Lanzaste un gemido y a continuación, los moví en tu interior durante unos segundos, tú contorneabas tu espalda sobre la butaca y tus mejillas eran puro fuego… Los moví un poco más y saqué mis dedos empapados de tu esencia. Los acerqué a tus labios y mientras tu lengua los lamía con ansía, yo acerqué la mía a tu clítoris y lo impregne de saliva en un par de pasadas.
Estabas muy caliente y yo tenía mucha hambre de tí…
De golpe, se escucharon ruidos y unos pasos lejanos. Antes de que nos pudieran descubrir, nos pusimos en pie y salimos del cine. Una vez fuera y aún excitados por la situación te dije… ¿Te apetece una buena copa de vino Francés? Conozco el lugar perfecto para ello.
Por supuesto mi Amo, dijiste tú aún con el corazón a mil..
Callejeamos un poco por esas angostas y empinadas calles hasta llegar a una pequeña plaza dónde había un bar restaurante con unos enormes ventanales y unos maravillosos asientos rojos de terciopelo. Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana, uno frente al otro y perdimos un Burdeos Gran Reserva de un intenso rojo rubí que hacía juego con los asientos y con el color de labios que llevabas puesto hoy
Llenamos las copas, nos miramos a los ojos y brindamos por el reencuentro. Ya no temblabas, tu mirada ardía y me atrapaba cada vez más.
Te pedí entonces que separaras tus piernas y a continuación, mojé mis dedos en vino y los moví por debajo de la mesa hasta tu coñito. Allí me detuve y te impregne toda de ese rojo y caro elixir.
Tu te estremecías, sin importarte quien nos pudiera estar viendo.
-Quiero ver tu pecho…
Y tú, sin mediar palabra, desabrochaste un par de botones de tu blusa y desplazaste parte de esta a un lado con una increíble sensualidad mientras me mirabas, dejando a la vista tu pecho derecho.
Muy bien gatita… - Comenté- ¿Recuerdas cuándo no hace tanto, te daba vergüenza hacer algo así? Ahora te excita y te pone a mil y eso me alegra muchísimo…
Anda…tápate -Te dije- pero tú, lejos de hacerlo, empezaste a tocarte el pezón y sus alrededores con tus dedos, poniéndolo duro. Mientras me mirabas, sonreías y me decías… Has creado un monstruo Amo.
Eso parece -Respondí-
Creo que ha llegado el momento de que te muestre nuestro nido ¿Vamos?
Apuramos nuestras copas y salimos a la calle. Te cogí de la mano y te guíe por oscuras calles hasta el portal de mi hospedaje, un edificio antiguo, de color verde pastel, precioso y con mucho carisma, pero lo mejor estaba tras la puerta de la finca…
Una preciosa y retorcida escalera de peldaños gris oscuro y pasamanos dorado nos esperaba. Había que remontarlas por completo, como si del Tourmalet se tratase. Decenas de peldaños hasta llegar a la buhardilla, pero yo tenía un plan para tí…
Ha llegado el momento gatita, sabes lo que has de hacer ¿Verdad?
-Si, mi Amo…
Te arrodillaste ante mí y esperaste pacientemente. Entonces, del bolsillo de mi pantalón, saqué tu correa de paseo y te la uní a tu collar. Ya echaba de menos el sonido que hace el mosquetón al hacer clic sobre él…
Te miré, te acaricié el pelo y te dije…Ahora vas a subir estas lindas escaleras a cuatro patitas hasta llegar a casa y obediente como nunca, comenzaste a subir uno a uno los peldaños moviendo tu culito de lado a lado.
Yo observaba tan sensual movimiento desde atrás, sujetando la correa y a ratos, me ponía delante para tirar de tí un poquito.
Al llegar al primer piso, aproveché el tramo sin peldaños para pasar la correa por tu cuello, improvisar unas esposas y atarte a esos barrotes dorados. Te saqué la falda dejando tu coñito al descubierto y tras arañar tus muslos durante unos segundos, te volví a introducir un par de dedos en tu vagina. Qué te inmovilicen te vuelve loca y el sonido que hacía la cadena contra los metálicos barrotes, no hacía más que excitarte aún más. Querías besarme, pero si acercabas tu cabeza, la cadena te ahogaba y tenías que parar.
Al cabo de un par de minutos te solté y seguiste escalando peldaños, ya sin falda y con tu culito al aire.
-Venga gatita, que tu recompensa ya está más cercana -te dije suavemente al oído-
Al llegar al segundo piso, te até de nuevo, pero esta vez al revés, a cuatro patitas y con las manos atadas con la cadena a los barrotes. Te hice levantar bien las nalgas, mientras que tus pezones tocaban el oscuro suelo con la única frontera de tu blusa semitransparente negra.
A continuación, te acaricié el culito suavemente para después propinarte 5 fuertes azotes en cada cachete. Gritaste de placer, porque sé que te encanta que te azote y es algo que empapa tu coño rápidamente. A cada azote, tú culito se movía buscando el contacto con mi mano, pidiendo más, a lo que yo respondí, dejando un bonito color rojo en tus nalgas…
Te desaté y te pedí que siguieras subiendo hasta el último piso. Empezaste a subir sabiendo que ya estabas muy cerca de la meta, las rodillas te empezaban a doler de arrastrarte por esos empinados peldaños, pero a la vez estabas feliz porque sabes que estabas sirviendo a tu Amo y si el es feliz, tú lo eres también.
Al llegar por fin al último rellano te dije…
-Muy bien, lo has conseguido, pero falta una cosa… Así no puedes entrar en casa, vas demasiado vestida. Así que cogí tu blusa y de un fuerte tirón rompí todos los botones que estaban abrochados, dejando tu torso desnudo. Algunos botones cayeron por entre los barrotes al vacío y otros rodaron por el suelo. Te la terminé de quitar mientras observaba tu cara de excitación y vicio que tanto me gusta.
Entonces, metí las manos en mi bolsillo de nuevo y saqué las llaves de la buhardilla y tras abrir la puerta con esmero, te dije…
-Bienvenida a casa
Me miraste, me dijiste -Gracias Amo- y moviéndote sigilosa como una sombra por el suelo, cruzaste la puerta mientras yo iba sujetando la correa y admirándote…
La recompensa te la habías ganado de sobras, pero sólo las paredes de esa vieja buhardilla serán testigos de ello.