Acompañarme en esta triste historia que le ocurrió a un tierno Deckard que, por aquel entonces, aún no había cumplido los 30.
Todo ocurrió en uno de esos países, con muchos desiertos, que los americanos se empeñan en visitar haciendo turismo de guerra. Allí conocí a una chica belga que, pensaba, sería alguna cooperante, becaria o interna en alguna de las muchas organizaciones que chupan de la teta del tío SAM (la mía incluida…).
La cuestión es que un día quedamos, nos conocimos, nos gustamos y decidimos que sería una buena idea pasar un rato fuera de la zona verde. La zona verde era básicamente un barrio cerrado, amurallado y militarizado donde sólo había extranjeros (básicamente militares y los de la teta). Eso sí, fuera de la zona verde pero una zona segura. Nada de suburbios o barrios bajos: que uno es aventurero, pero no gilipollas.
La cuestión es que una cosa llevó a la otra, llegó la noche y decidimos que sería una gran idea conocernos mejor en el único sitio al que podíamos ir: una especio de hostal, frecuentado por prostitutas (que queréis que os diga, hay sitios donde no hay hoteles de ningún tipo…) pero que al menos estaba limpio.
La cuestión es que la belga resultó ser la hija de un diplomático y estaba allí de vacaciones visitando a su padre. Según parce, se montó un revuelo considerable cuando la chica, que esta vigilada para que no le pasase nada, “desapareció” de la zona verde lo que derivó en un operativo de búsqueda y en que un grupo de la SFG, armado hasta los dientes, asaltase la habitación donde los dos estábamos conociéndonos mejor.
La noche se saldó con un “coïtus interruptus”, mi nariz rota (uno de los belgas se emocionó…. ¡Bendito Duque de Alba!), una queja oficial del Gobierno Belga a la organización para la que trabajo, una bronca de más de dos horas de un general gringo (que era capellán) y otra bronca de los jefes de los jefes de los jefes de mis jefes. También estoy convencido, y de esto no tengo pruebas, pero tampoco dudas, que aún hoy la historia aparece en el manual de bienvenida de todos los nuevos empleados de mi empresa, además de ser comentario obligatorio en cualquier reunión en la que estén más de tres personas.
Si aún no habéis llegado a la conclusión de que soy imbécil, decir que estuve varios meses más viendo a la muchacha belga en una “relación” donde lo menos tormentoso fue nuestra primera noche.