¿Tiempo había pasado desde la gran boda aquella en la que ante la mirada de un reino como testigo cenicienta veía hecho realidad su mayor anhelo, lanza un largo suspiro recargando su mentón sobre su palma apoyándose en el quicio de una ventana hecha de la madera más fina y labrada con detalles que simulan un vivo y variado follaje, Cenicienta lanza una mirada al vacío que se perdía donde iniciaban sus recuerdos que se diluyen cuando la pregunta se hace presente en su mente otra vez, Por qué no me siento como creí que sería?, ser feliz para toda la eternidad?, mientras repasaba como una lista artículos del mercado;
el príncipe, la princesa, el reino, la boda, el amor palabras que parecían haber nacido para estar juntas y que combinaban como frutos de temporada en agua de manantial,,, felicidad?, la palabra adquiría una textura aceitosa cuando trataba de ponerlas todas en conjunto, y de nuevo en su mente la pregunta por qué no soy feliz?, por qué no soy yo mirando su antebrazo cubierto por la manga de un vestido de seda con bordados de hilo de oro y plata, el vacío de nuevo roba su mirada y vuelven sus recuerdos donde ella en condiciones precarias brillaba con tal intensidad que atraía como un faro la mirada de quienes a su alrededor como barcos repletos de mal olientes piratas clavan su mirada en ella deseando robar su juventud corromper su inocencia manchar de mugre sudor seco su piel perfecta lisa como seda y de olor a durazno. De forma súbita unos gritos y ajetreo la devuelven a la realidad, por instinto su mirada hace un trazo fugaz y se detiene en un punto debajo de su ventana donde inicia la el muro de piedra que tiene como base la torre del castillo en la que se encuentra, siente su corazón bajar el ritmo que perdida en sus recuerdos no había notado el incremento. Retoma el control de su mirada y el origen de los gritos y ajetreo toman forma de una chica joven con ropa rota que el uso, el tiempo y los jalones de un hombre que de forma agresiva la jaloneaba al tiempo que le gritaba recriminándole falta de atención y disciplina, esta escena llama poderosamente su atención, en su mente todo pasa en cámara lenta y como si iniciara una puesta en escena su atención en esta pareja hace que las luces en su mirada periférica se vayan apagando quedando toda su atención en lo que pasaba. El hombre se impone ante la chica y le jala de una manga causando que esta se desprenda de la costura que la unía en el hombro, su corazón se hace presente, ella no puede evitar sentirse identificada con aquella escena, el hombre reclama de nuevo con la manga desprendida en una mano y tirando de su falda con la otra parte en dos el tramo de tela que usaba a modo de falda con un acelerado latido su corazón le recuerda su presencia, mirada fija, el vacío esta vez toma a cenicienta y de un jalón la arroja al escenario ceniciento sosteniendo lo que le queda de falda levanta la mirada hacia aquel hombre, su corazón grita quiere ser notado, pero está lejos de ahí en la torre solo es un eco lejano el tiempo se detiene una llama se enciende en su interior se siente bien sus manos como piedra sostienen lo que le queda de falda se siente a merced del hombre, sus miradas se encuentran sin decir palabra ella grita un no, él busca un punto de la falda, su boca sellada su mirada grita no por favor, el sonido de un azote de látigo y la mano agarra firmemente un extremo de la falda, cenicienta se siente a punto de quedar expuesta ante el hombre la llama crece ella la siente recorre su cuerpo la boca se entreabre la mirada grita. . . . .
¿Una mano en el hombro la hace saltar, gira su cabeza y al mirar sobre su hombro, el príncipe con voz firme extrañeza le pregunta: qué hizo ella? ¿Cenicienta, volviéndose en sí, responde —¿Quién? El príncipe da la vuelta y con una ligera palmada en el hombre repite. Esa chica de abajo, dijiste, por favor, no pares. La cenicienta, esquivando la mirada, responde: ha tratado de robarle algo del bolso de ese descuidado hombre. Cenicienta llevo sus manos al pecho casi a la altura del inicio del cuello como tratando de retener la llama que se apagaba rápidamente, esa llama que le era tan familiar que se encendía con la mirada de terceros cuando limpiaba el piso o lavaba las escaleras, por un momento se había sentido de nuevo feliz por un momento volvió a sentirse sumisa