Es curioso. He sentido que no soy lo suficientemente bueno infinidad de veces en mi vida. Me he sentido tan poca cosa que lo único que queda es un hueco en el estómago y una sensación constante de miedo. De un miedo que te paraliza y te pide que te encierres para siempre en un lugar seguro porque tienes la certeza que, hagas lo que hagas, no podrás hacer frente a la situación.
Ahora bien nunca, nunca, he sentido eso tratando con nadie. Ni para bien, ni para mal. Ni con amigos, ni con parejas, ni tan siquiera flirteando con alguien que me ha rechazado. Y mira que tengo muchos puntos en mi contra: no soy un vikingazo como decían arriba (por no decir que no soy guapo), soy introvertido (por no decir tímido), soy despistado (por no decir metepatas) y además no soy nada detallista (por no decir que las cosas me importan más bien poco).... Y sin embargo ese sentimiento de inseguridad, de ser menos que, nunca me aparece a mi trato con personas.
Por suerte o por desgracia en mi vida me he enfrentado a situaciones complejas, a veces límite, donde de verdad he visto aflorar todas mis inseguridades. Donde, como decía antes, te sientes tan incapaz que todo tu cuerpo te pide uir. Como decía alguien arriba, me he acostumbrado a vivir tanto con el síndrome del impostor que simplemente me he convertido en uno. Y lo más triste es que, como si mi propia vida fuese una relación tóxica, busco esas situaciones para sentirme vivo.
Quizá lo racionalizo todo en exceso pero creo que las personas se guían por sus propios intereses (sin que eso sea algo necesariamente malo, al contrario). A cada uno le gusta lo suyo y tu puedes estar o no en ese área de interés sin que dependa de lo que hagas o dejes de hacer. De hecho, me parece una mala idea esforzarte por interesarle a alguien. A la larga sentiras que no eres suficiente porque en realidad no eres tú quien está ahí. Muy de acuerdo, en definitiva, con lo que decía alguien más arriba: lo importante es conocer gente y disfrutar con normalidad. Lo que tenga que ser será.
Otra cosa es la autoestima que tenga cada uno, pero en eso no deberían estar involucrados los demás. Ser consciente de lo que te gusta y no te gusta de ti mismo, e intentar cambiar lo malo (o aceptar lo innato) es parte de la madurez de las personas.