Del “mundo onírico” a la realidad
La elección del título no es casual. Todo comenzó con un sueño… uno de esos que no pasan desapercibidos y que suponen un revulsivo en algún aspecto de tu vida. En mi caso (el chico de la pareja), ese sueño supuso tener curiosidad en un mundo que hasta entonces, para mí, era prohibido y no generaba más que aversión por mi parte (pero siempre respetando. Que no lo quisiera yo no me hacía tener esa consideración negativa que algunas personas retrógradas tienen sobre el mundo liberal).En ese sueño, hablando en plata, recuerdo cómo había otra polla follando a mi pareja. Me ponía mucho ver como salía mojada de lo lubricada que estaba mi chica. Yo no era un espectador pasivo, pues había otra chica que recuerdo que me comía entera, de pies a cabeza. También, como colofón, había una rebosante corrida en la boca de mi chica. Siento la crudeza de mis palabras, pero creo que estamos tod@s curad@s de espanto.
En fin, tuve sentimientos contradictorios. El primero era una excitación brutal. Pese a que no recordaba todo el sueño (pocos serán los afortunados de recordar un sueño con pelos y señales), sí lo esencial, lo que ya conté. Me levante con una tienda de campaña en las sabanas que no tenía otra manera de bajar que soltándolo todo en mi mano. Una pena que de aquella no viviéramos juntos, porque habría sido un polvo de esos que se disfrutan más que otros por el simple hecho de tener la lívido por las nubes. Como contrapartida, no sentí celos (que es positivo), pero sí inseguridad y tristeza y que más adelante os cuento el por qué.
Eso se podía haber quedado ahí, pero no. Como ya dije, ese sueño supuso un revulsivo en mi mundo sexual. Se lo comenté a mi pareja y ella, “en cachondeo”, me dijo que tenía ganas de probar con una chica. Yo, que no soy un aguililla pero veo más que un topo (no mucho más, astigmatismo y algo de miopía), advertí que en esas jocosas palabras se escondía gran parte de verdad. No me extenderé mucho, solamente diré que seguimos hablando de ello y creando fantasías que cada vez se tornaron más serias.
Llegados a este punto, en el que ya situé el cómo llegamos hasta aquí (el cuando, menos relevante, pero se fija en la primera mitad de 2022), pasaré a contar nuestra agridulce primera y única experiencia.
Conocimos gracias a esta fantástica aplicación, web o grupo de personas, como queráis llamarlo, a una pareja de Madrid. Una gran pareja en todos los sentidos posibles. Solo les guardamos mucho cariño (y mucho deseo) y que si están leyendo esto les invito encarecidamente a retomar contacto, ya que por mi recalcitrante vergüenza no hay arrestos para iniciar de nuevo la conversación, a la vez que les pido disculpas por mi actitud posterior.
El caso es que era una pareja perfecta y con la que congeniamos en todos los planos. Después de mucho calentarnos mediante un grupo de Telegram decidimos dar el paso. Unas cañas antes, un poco de espectáculo en el bar (las chicas se comieron la boca en la terraza, el camarero lo vio… y también vio como marchamos todos en el mismo coche. Seguro que en el baño aún quedan restos biológicos de ese pobre diablo ya que se habrá tenido que aliviar) y nos fuimos los cuatro a un lugar más íntimo.
Llegamos a la casa de ella. Un sofá cama que ya te invitaba a hacer las cochinadas más lascivas que se pueda uno imaginar, y así fue. No entraré en muchos detalles… que si uno come la boca a otra, que si las chicas se dan unos besos muy húmedos, que si una le pone el coño a la boca a la otra mientras uno le come a ella), etc.
Entonces, ¿dónde estuvo el problema? En mi puta polla que no era más que la alegoría de mi también puta cabeza. En resumen, no se me levantó. Y no puede ser ello más paradigmático de mis pensamientos porque tener la polla sin vida representaba fielmente a mis temores sexuales que me impidieron disfrutar plenamente y perder algunas oportunidades, esa incluida. Se tuvo que parar todo, pese a que me estaba gustando. Lo sé, es una sarcástica paradoja: te gusta pero no puedes llevarlo a cabo (premio al tonto del año 2022).
Ahora, llegados a este punto, si habéis tenido la soberana paciencia para leer todo (Gracias), llega la confesión. Mi humillante confesión. No diré que esto es culpa del porno que crea unas expectativas irreales, no echaré balones fuera. Lo que me ocurrió fue que me sentí entre acomplejado y humillado. Mi polla no es larga, aunque entiendo que no es corta. Tampoco es fina, pero tampoco gorda. Sin embargo, la del compañero de juegos sí que era más gorda y eso me acomplejó. De pequeño era un niño gordito (mucho), y eso sumado a que mi pene es de los llamados “de sangre” se conllevó a que en las duchas los otros niños (hijos de fruta pocha) se rieran de mí. Esas risas, junto a la no solo aquiescencia, sino también participación en esas bromas, del adulto a nuestro cargo (este sí, hijo de puta) calaron muy hondo y me crearon este impeditivo complejo.
Es absurdo. Mi polla da placer, y yo también. Lo sé, lo veo y también lo siento. Todas mis parejas sexuales han tenido múltiples orgasmos cuando follamos y siempre han sido relaciones de larga duración sentimental. Sin embargo, tengo esa espada de Damocles la cual rechazo encarecidamente porque me hace difícil disfrutar de algo que sé que me gusta y que solo yo puedo superar. Soy consciente de todos los mensajes positivos y de la importancia de ser buen amante en todos los sentidos. Una pistola de calibre 9 mm mata, pero con un fusil de 4,56 te sientes más seguro.
Con esto, termino mi confesión, relato, o grito al cielo para ser consciente de lo absurdo y pueril que todo lo negativo señalado resulta. Perdonadme por tamaña extensión. Debería ser más escueto y conciso, pero ya que por mi trabajo debo serlo, aquí me he permitido la licencia de explayarme un “poquito” más.
Un abrazo, sed felices, follad mucho, con respeto y sin complejos. Vida solo hay una, hagámosla interesante.