Prefiero darlo, sentir la respiración de una mujer e intentar sincronizarse inspirando, expirando; luego acariciar su piel con un aceite aromático recorriendo sus rincones de curvas, agradeciendo su tiempo.
También me gusta recibirlo, sintiendo como el cansancio y los bloqueos se desvanecen, para sentirse más sano y pletórico. Si a esto se une la imagen de una cómplice sonriente, entonces alcanzó a sentir un orgasmo mental.