La RAE nos dice que el término “preliminar” hace referencia a aquello:
adj. Que sirve de preámbulo o proemio para tratar sólidamente una materia.
adj. Que antecede o se antepone a una acción, a una empresa, a un litigio, a un escrito o a otra cosa.
Llevando el concepto al campo de la erótica, los preliminares suelen estar asociados a un supuesto calentamiento, puesta en marcha o similar, que prepara el terreno. ¿Qué terreno? El de la penetración.
Si analizamos el vocablo etimológicamente, encontramos que preliminar proviene del latín prae ‘antes’ y limināris ‘del umbral’, ‘de la puerta’. Es decir, que hay una puerta por la que entrar. ¿Qué puerta? La vagina. ¿Y con qué se entra en la puerta? Pues con qué va a ser… con un pene.
Y como rematadera, si juntamos el significado, el origen de la palabra y el campo de la erótica, nos damos de bruces con una realidad social: que hay prácticas eróticas consideradas de primera y otras, de segunda. En la primera concepción de la RAE, se deja claro. Es aquello que va antes de una materia sólida, el coito, la penetración. Como si todas las prácticas que se realizan (besos, abrazos, caricias, masturbación, sexo oral…) no tuviera una valía en sí misma o no fueran sólidas.
Y lo mismo pasa con la segunda definición. Aquello que se antepone a una acción. ¿Qué acción? Pues la misma de siempre, la práctica de introducir un pene en una vagina, como si el resto de cosas, no fueran ya una acción en sí misma.
Y es que, es curioso ver cómo nos complicamos la existencia las personas. Resulta que el amplio abanico de las prácticas eróticas queda reducido a una sola, como si ésta fuera la única válida y la que todxs tuviéramos que tener como objetivo principal. Y digo que es curioso porque es la única práctica que además de embarazar, transmite infecciones, y precisamente es por la que más consultas se reciben tanto en asesoramiento como en terapia.
Socialmente se nos ha vendido el coito como si fuera el producto estrella que a todo el mundo debe gustarle y debe funcionarle. Y las realidades son dispares. A veces se compra la idea con unas expectativas demasiado elevadas, y cuando se prueba, decepciona. En ocasiones, simplemente no terminará de convencernos y eso hará que sintamos que somos diferentes, raros, o que debería gustarnos tanto como cuentan por ahí.
Dejaros de dividir la erótica en un “antes de” y un “después de” y disfrutad de todo el recorrido.