Mieles de venus

¿Cómo se invoca a lo sensual en medio de la rutina y del caos de una ciudad abrumadora? ¿Cómo explorar el erotismo sin el juicio a nuestros cuerpos y los cuerpos ajenos? Después de conversar con Iraís Bermejo (La Eroteca) y tener un acercamiento a estas respuestas desde su experiencia, me invitó a un taller para poder encarnar la reflexión. Los siguientes párrafos son una bitácora de la experiencia y reflexión colectiva que han resonado en mí después de ese fin de semana de taller.

Por: Diana Rosalía, psicóloga social comunitaria y columnista en MEOW Magazine.

Día 1

La invitación decía “Locación secreta”; el misterio, el mostrar de a poco suma emoción a la experiencia. Lo sensual comenzaba desde ahí. Al llegar me encontré con la fachada de una casona antigua, de esas que han formando parte del paisaje de la ciudad por décadas y que el tiempo ha ido desgastando y los sismos hundiendo. No hay número ni nada que indique que me encuentro en el lugar correcto; el secreto sigue velado.

“¿Vienes a Mieles de Venus?” Me pregunta una mujer de cabello liso y larguísimo. “Sí” le respondo sin siquiera saber quién es, pero sintiendo que compartimos un mismo código: conocer la locación y la actividad a la que ambas nos dirigimos. Me guía por una escalera estrecha hasta la planta alta del edificio y luego hasta la azotea por una escalinata metálica. Apenas llegar descubro que es ella quien guiará el taller: Purrlette.

Al parecer soy la primera en llegar, así que me ocupo de observar como todo es colocado con esmero y cuidado para recibir al resto de las participantes. Cuando por fin entran, casi todas se colocan en las mesas del fondo. Buscamos nuestros rostros con curiosidad y nos sonreímos cuando las miradas se cruzan. Purrlette nos invita a acercarnos al frente y ocupar el espacio con confianza. ¿La confianza para que nuestros cuerpos ocupen un espacio, es elemento de la sensualidad?

Después de una pequeña introducción al itinerario del día, nos guían a través de una meditación que tiene como objetivo visualizar un momento o lugar feliz y una palabra que nos arraigue a nuestros deseos o necesidades actuales. A medida que la respiración se hace más consciente el ruido de la calle se atenúa y se agudiza mi percepción del incienso y mi propio aroma.

Abrimos los ojos y continuamos: nos entregan papel y lápices de colores para plasmar nuestra escena idílica. Mi primer impulso es dibujar las cafeteras de aquella mañana, una italiana y otra francesa, porque compartimos el café, pero cada quien a su manera.

Nos animan a hablar de nuestros dibujos y me ofrezco para comenzar. Al hablar de la escena y el contexto veo los rostros de mis compañeras; sonríen y me doy cuenta que es una respuesta a mi propia expresión de alegría. Una a una, aunque no todas, nos comparten su ejercicio, que después de todo es una parte de su vida. Compartir experiencias de la vida cotidiana ayuda a generar una clase de intimidad entre un grupo de desconocidas. Nos piden que la palabra que nos ha resonado sea intencionada en una fruta, en uvas. Comemos algunas y el resto las compartimos. Comer fruta como otro acto sensorial, sensual. Compartir fruta como un ritual de abundancia y generosidad.

Galería del taller

Galería del taller

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Si quieres leer la parte 2 quedate atento/a a las publicaciones que vamos a estar haciendo en el grupo México

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