Pensarnos
No es el peso de los años lo que ahoga este amor, sino la liviana indiferencia con la que tejemos cada día. Nos encontramos en la brecha de lo cotidiano, donde el reloj no marca el pulso del cariño, sino la distancia que crece con cada segundo sin pensarnos. Es el rechazo, el sutil desdén de pretender que sea lo que no soy, lo que clava su fría daga en el corazón de nuestra historia. Querer cambiame, moldearme a la imagen de un ideal que nunca fui, es la sombra que cubre el sol de nuestra pasión.
Amar es ver la esencia, sin la máscara de expectativas que el tiempo no logra erosionar. No es el tiempo el verdugo de este sentimiento, sino la falta de dedicación fuera de las cadenas de la rutina. No bastan los instantes robados a la vida diaria; necesitamos el arte de pensarnos, de soñarnos, cuando el deber no vigila nuestras horas.
La llama se extingue no por la fatiga de los años, sino por el frío de la ausencia de pensamientos compartidos. Amarnos no debe ser una obligación, sino un deseo constante, una chispa que se avive en cada pausa, en cada respiro. No es el tiempo quien nos traiciona, somos nosotros, al no darle al amor el espacio sagrado donde pueda crecer sin restricciones, sin pretensiones.
Que el tiempo juntos no sea una condena, sino un lienzo donde pintar nuestros sueños, donde cada pensamiento dedicado sea un suspiro que avive la llama eterna de nuestra pasión.